Apachurro: beldad, más que opresora, oprimible.
Arroz: clave en reversa para decir zorra.
Barriobuenona: flor más bella del asfalto.
Bizcocho: provoca querer chopearla.
Bombón: masita para el postre.
Buena: tal es su belleza que su bondad es superflua.
Cachonda: según RAE, -dominada del apetito venéreo- (ni a nosotros se nos hubiera ocurrido mejor).
Chida: chava chula, no chafa, ni chera; enchufable.
Chiquita: estatura inversamente proporcional a sus encantos.
Comestible: habilitada para la dimestión.
Cromo: elemento con el que quisieras tener química.
Cuero: piel curtida por nuestras miradas.
Culo: dícese de la mujer que, en conjunto, es tan bella como el Trasero Ideal.
Diosa: inhumanamente bella.
Encamable: apta para la horizontalidad.
Enchufable: indicador de que la corriente nos prende.
Exquisa: exquisota, pero de menor magnitud.
Fértil: embarazosamente atractiva.
Fogosa: pirómana de nuestros ánimos.
Forro: sublimación de la envoltura.
Fshh fshh: onomatopeya del albañil que todos somos por dentro.
Gordibuena: frontera donde su obesidad se encuentra con nuestro deseo.
Gordirrica: abundante al tacto, excesiva a la vista.
Guapérrima: contracción de “wow, guapísima perra.”
Güerita: rubia de tintes imaginarios.
Mamacita: edipo comprimido.
Mami: edipo exprimido.
Mango: que está para morderla hasta el huesito.
Merezco: ceguera de autoestima.
Mona: sueño de todo borracho.
Monona: simi mona.
Morenaza: mujer de quien se ignora si se da grasa.
Ponedora: la ponente que más motiva.
Potable: tratada para su consumo por ósmosis inversa.
Princesa: que vive en la realeza, no en la realidad.
Reinita: coronadita en un concursito de bellezas.
Rica: se dice al confundir la ricura con la riqueza.
Se cae de buena: efecto de la Ley de Gravedad, donde los cuerpos se atraen.
Sucia: practicante de la máxima: “El sexo sólo es sucio si se hace bien”.