Todos los chilangos hemos escuchado hablar alguna vez de la Posada del Sol que se encuentra en la colonia Doctores; hemos escuchado sus leyendas, mitos y rumores, pero pocos realmente se han atrevido a visitarla desde su abandono en los años 40.
Esta casona, que fue construida para funcionar como un hotel y brindarle hospedaje a artistas y personajes bohemios, fue creación del ingeniero Fernando Saldaña Galván. También fue imaginado como una pieza arquitectónica que podría convertirse en el hotel más bello de México gracias a su estilo y características coloniales, barrocas y neoclásicas. Abrió sus puertas en 1945 y al poco tiempo fue elogiada por Diego Rivera, Raul Basurto y Salvador Echegaray.
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A pesar de tratarse de un proyecto tan imponente, su actividad fue efímera. Las leyendas comienzan hasta después de la muerte del dueño, tan solo ocho meses después de la apertura de la Posada del Sol. Se dice que el mismo Saldaña Galván quedó tan endeudado por la construcción que se ahorcó dentro del hotel. Otra versión cuenta que luego de llevar a la bancarrota a la familia, también asesinó a su esposa e hijos antes de suicidarse. Sin embargo, no hay pruebas de tan escabroso rumor.
Es por ello que se dice que el ingeniero jamás abandonó el lugar, ni siquiera después de muerto. Quienes se han atrevido a entrar de noche, cuentan que han visto su espíritu y, mientras algunos se asustan, otros lo toman como el fiel guardián del hotel.
Otro fuerte rumor es que existe un segundo espíritu en la Posada del Sol, el de la hija pequeña de Saldaña. Incluso algunas personas han entrado a ponerle altares en la habitación 103, donde supuestamente habita.
Después de la muerte de Saldaña Galván, el inmueble queda intestado y cae en manos del Gobierno de la ciudad. Este lo ha usado como escuela primaria, instituto indigenista y hasta de procuraduría general. Actualmente es el DIF quien lo opera, se vio reducido a una simple bodega que a veces es prestada para sesiones fotográficas. La creencia popular es que esto se debe a que no quieren personas laborando que pongan en riesgo sus vidas al laborar ahí.
Este inmenso hotel de siete pisos cuenta con 650 habitaciones en tezontle y cantera y su acceso principal se encuentra en la esquina Niños Héroes y José Navarro. Desde la calle se puede apreciar el alguna vez lujosos salón que funcionaba como recepción , cantina y salón de té. A los lados se encontraban una peluquería para los huéspedes, un comedor y un auditorio que aún existe bajo el nombre de Sor Juana Inés, cuya butacas conservan el detalle de tener ceniceros de la época.
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Otras curiosidades o excentricidades que se puedan encontrar en el hotel son representaciones de deidades griegas tallados en madera fina, un poema dedicado al fuego y la eternidad sobre la chimenea de ladrillo, murales de Francisco Montoya, una capilla de meditación, réplicas de obras prehispánicas olmecas y aztecas, incontables símbolos masones y hasta un cenote maya.
Este tipo de detalles fueron los responsables de alimentar el halo de misterio al rededor del lugar, que más que un hotel abandonado, constituye un tótem cultura chilanga. Hoy este inmueble de riqueza arquitectónica y misticismo forma parte de la herencia de los habitantes de la colonia Doctores.