Gabriel Orozco

Por Carlos Tomasini

Tener una colección de piedras de río no es excéntrico si su propietario es un artista como Gabriel Orozco que puede convertir estos objetos, previamente esculpidos por el agua, en una original obra de arte.

Medio centenar de piedras de tamaños, que van desde el semejante a un balón de futbol americano hasta el de una sandía, ahora fueron esculpidos por Orozco con una punta de diamante con el fin de crear dentro de ellas distintas formas que les diera una nueva apariencia, eso sí, sin dejar de parecer una piedra de río.

El arte esculpido en piedra es algo ancestral, desde la cultura prehispánica hasta los chinos, japoneses y esquimales han trabajado en ellas, por lo que se agradece encontrar un trabajo tan original como el que se presenta en la galería Kurimanzutto.

Aunque en realidad no representan objetos, pueden describirse como panes, piñas, insectos, figuras prehispánicas, ceniceros, metates o cualquier cosa que dicte la imaginación debido a sus formas curvas y relieves caprichosos que, a primera vista, se nota que han sido hechos con manos profesionales.

Es inevitable querer tocarlas (pregunta a los encargados de la muestra si puedes hacerlo) y hacerlo complementa la experiencia de apreciar esa obra que es una manera de intervenir a la naturaleza permitiéndole quedarse con su esencia.

Es bueno que estas piedras no hayan acabado en la fuente de una casa de eclécticos gustos o formando el caminito de un jardín (el autor las encontró a la orilla de una carretera en donde las vendían para ese fin), porque ahora son piezas de arte que pueden servir para decorar o inspirar y hasta imaginar y sentir.

Esta galería se encuentra en medio de una colonia, la San Miguel Chapultepec, que pasó de ser meramente residencial, a convertirse en una concentración de oficinas y un gran hospital que le dieron otro ritmo de vida, así que, para los vecinos, visitar esta breve exposición puede ser un buen escape de la monotonía.