Nota del editor: este contenido no es apto para todo tipo de audiencia. Se pide discreción o abstención en caso de poder herir su sensibilidad.
Todos los cuerpos eyaculamos, pero por una cuestión de colonialismo corporal, no solemos hablar de manera íntegra sobre los orgasmos ni la eyaculación para vulvas. ¡Hoy le damos la vuelta a esto!
El domingo 19 de diciembre La Eroteca celebró su último evento del año con el bazar Winter is cumming. En este bazar erótico, místico y cannábico hubo ropita chida, comida rica, juguetes divertidos y productos astrales. Además, hubieron eventos increíbles como lecturas de tarot, meet and greets y un taller de eyaculación para vulvas impartido por Diana J. Torres, autora del libro Pucha potens.
¿Que los coños hacen qué?
La primera vez que supe sobre el squirt —o eyaculación de vulvas— fue por un video porno que vi con miedo y culpa como buena alumna de colegio católico. En el video, la actriz se masturbaba con fuerza y de repente, como por arte de magia, sacaba un montón de líquido de su vulva. ¿De qué orificio? ¿Cuál era la técnica? ¿Por qué mi vulva no era rosa como la suya? Tenía más dudas que respuestas.
En ese entonces era una adolescente impresionable y, como tal, me obsesioné con el tema. Me pregunté por qué no podía lograrlo y si sería un requerimiento para mis parejas sexuales a futuro. También, me indigné porque mi vagina no se viera como la de esos videos, porque mis pezones no fueran botoncitos color rosa, porque a mí sí se me viera la panza cuando me sentaba, reía o venía. Mi vida sexual apenas estaba comenzando con un teñido de idealización y amargura.
Los años que siguieron a ese primer video tuve más preocupaciones que orgasmos. Pero no todas venían del porno, también de las películas de Hollywood, de las revistas de moda, de los hombres con los que me relacionaba y los comentarios que me hacían. Hombres que trataban la gordura y el subir de peso como lo peor que una mujer puede hacer, hombres que me preguntaban por qué sí o por qué no me depilaba, hombres que entendían mi cuerpo como extensiones suyas; sólo un espacio más para colonizar. En un momento, llegué a preguntarme si en verdad me gustaban los hombres o si me gustaba su validación, que me dijeran algo bonito entre tanta destrucción, que me eligieran a mí. Cuando empecé a cuestionarme eso me di cuenta que —oh, sorpresa— quizás nunca me gustaron tanto… Me tomó varios años asumirme como polisexual, pero ahora, hay que recuperar el tiempo perdido.
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Hola, Mariana. Te invitamos a un taller…
Cuando me invitaron al taller de eyaculación para vulvas de Diana me intimidé muchísimo: mis preocupaciones alrededor de la eyaculación como logro bloqueado en mi lista regresaron. Me pidieron que llevara un tapete de yoga y una toalla como la que uso cuando salgo de la regadera. Me pregunté qué debería usar para estar cómoda, pero para taparme lo suficiente para que no vieran ni de reojo mi coño —que ya había aprendido a describir como feo—.
Por fin llegó el día: tomé la decisión de no depilarme y me aventuré hacia lo desconocido. Saludé a las chidas de La Eroteca y entré a donde sería el taller: un departamento vuelto sala de conciertos, vuelto salón de usos múltiples de La Merced. Dejé mis cosas y me senté a tontear en el celular hasta que las demás llegaron, nos presentamos e inició la explosión de mi cabeza.
Quienes tomamos el taller, mujeres cis y personas no binarias, teníamos todas edades y cuerpos diversos. Yo era la más pequeña en edad del grupo, mas no tardé en sentirme en confianza. La primera parte, enteramente teórica, me llevó a cuestionar todas las clases de anatomía que llevé en la primaria, secundaria y prepa. Las representaciones del aparato sexual femenino con las que me habían educado no sólo se enfocaban únicamente en la función reproductiva, sino que además ignoraban por completo la presencia de la próstata y reducían el tamaño del clítoris. La próstata, mal llamada punto g, sirve para activar la producción de serotonina y transportar y conservar el esperma ¡y nadie nunca me lo dijo! Está de más escribir que para ese momento ya estaba anonadada e indignada.
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A buscar esa eyaculación para vulvas
Después de mucha información y de sorprenderme con la investigación de más de diez años de Diana, llegó el momento de la verdad: hora de encuerarnos y autoexplorarnos. En cuanto Diana, nos explicó que lo que seguía era ver nuestras vulvas en pantalla grande, supe que era mi momento de acostarme, abrir las piernas y perderle el miedo a mi coño. Así lo hice. Pude reconocer mis conductos lubricantes y mis conductos eyaculatorios por primera vez en la vida y se sintió cabronamente bien. Cuando terminamos de verme la pucha en el proyector compartí que siempre había sentido que la mía era horrible, a lo que Diana respondió: ¿qué coño es feo?
Y así fue, compartimos nuestros pesares, gozos y experiencias —y también nos vimos los genitales— antes de que fuera momento de intentar eyacular. Primero vino la demostración de la maestra y la sorpresa de la clase porque ¿quién hubiera dicho que la eyaculación de las vulvas es tan diferente a la orina en todas sus características?
Antes de comenzar a tocarnos Diana nos dio unos consejos:
- No contraer la vagina en el momento previo
- No frenar, sino empujar
- La estimulación directa a la pared frontal vaginal también estimula a la próstatas y esto se puede lograr con objetos curvados o con los dedos.
Después inició el ejercicio. No voy a mentir, intentar estimular tu próstata en un salón con 7 morras más, por más que cada quien estuviera en su asunto, no fue sencillo. Y aunque no logré eyacular de manera externa, que bien puede ser porque tengo un SIU o porque mi cuerpo en verdad no puede hacerlo, logré ubicar mi próstata y sentir su forma (como de gotita invertida). Lo cual, de nuevo, me voló la cabeza.
¿Y ahora qué sigue?
Casi ninguna logró eyacular al final de la sesión, pero sí logramos reconocernos y para mí eso es lo que más debemos celebrar. Casi al final de las 4 horas que duró el taller Diana nos recordó que no perdiéramos la paciencia, que lo intentaremos de nuevo solxs o en compañía y que recordáramos que así como nos revisamos los senos, también debemos revisarnos la próstata. Compartimos nuestras conclusiones y nos despedimos.
No creo que la eyaculación, así como el orgasmo, deba ser nuestra meta cuando tenemos relaciones con alguien más o con nosotrxs mismxs; lo que creo es que urge rebelarnos ante las enseñanzas verticales y los prejuicios coloniales y cristianos que nos formaron. Desde el cuidado y la ternura siempre.