Láurel Miranda (ella), 31 años, Coyoacán. Periodista y generadora de contenido. @laurelyeye.

Este texto forma parte de ORGULLO EN MARCHA, en el que distintas voces de la diversidad sexual responden a las siguientes preguntas: “¿El orgullo en la diversidades igual para todas, todos y todes? ¿De qué estamos orgullosxs? ¿Cuáles son los derechos obtenidos y por conquistar dentro de la comunidad?”

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Hubo un tiempo no muy lejano en la Ciudad de México en que declararse abiertamente trans era prácticamente una sentencia de exilio: del seno familiar, de la educación pública, del trabajo formal, en fin, de la posibilidad de vivir como sujetx plena de derecho.

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Que hoy yo pueda ser una mujer trans de forma pública, contar con el apoyo de mi familia, mis amigues y con un trabajo en el que me respetan y sea capaz de desarrollarme profesionalmente es básicamente todo aquello que no pensé que ocurriría tras salir del clóset. Por mínimo que esto pueda parecer a los ojos de personas cisgénero, que podrían apreciar estas situaciones como las básicas de una vida normal, lo cierto es que para mí, una chilanga transgénero, la forma en que hoy vivo es todo un motivo para sentirme orgullosa.

Orgullosa, sí, de mí misma, porque al tomar la decisión de realizar mi transición, aun sin saber cuáles serían las consecuencias, compartí conmigo el acto de amor más grande que jamás me haya podido brindar. Pero más que de mí misma, me siento profundamente orgullosa de Alejandra Bogue, de Roshell Terranova, de Kenya Cuevas, de Ophelia Pastrana, de Morganna Love, todas ellas mujeres trans que sin su existencia y su lucha, ni mi vida ni la de tantas otras personas trans sería posible.

Me siento orgullosa de la lucha que ellas emprendieron por la conquista de derechos para personas trans. Y porque me siento orgullosa, también me siento en deuda. Que yo hoy sea una mujer trans que puede vivir abiertamente su identidad de género con las condiciones antes descritas no implica que esto sea una realidad extendida para todas las personas trans en México, ni siquiera en la capital, que se precia de ser una ciudad inclusiva y de derecho.

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En una sociedad en la que prevalecen los estigmas y discriminación contra las personas trans, quienes deciden salir del clóset a temprana edad aún se ven bajo la amenaza del exilio. Y, si vamos más lejos, las infancias y adolescencias que tienen el valor de salir del clóset ni siquiera cuentan con un respaldo jurídico que dé certeza a su identidad de género autopercibida. Es una lástima, porque en la Ciudad de México el dictamen para que eso fuera finalmente una realidad se aprobó hace más de un año… pero, al parecer, para nuestros legisladores locales se trata de un tema que puede esperar. Y ése, ése es el escenario que quienes somos personas trans visibles debemos cambiar.

Luego de leer el texto de Láurel Miranda, te invitamos a escuchar la playlist Así suena el orgullo.

También te recomendamos, darle play al podcast “ASÍ SUENA EL ORGULLO”.

En el primer episodio “Un poco de historia: 43 años marchando” se aborda la historia de la marcha del orgullo de CDMX.

A través de una historia narrada por la Directora deChilango, Gina Jaramillo y la comunicadora, Clivia Torres, la trama se desarrollará a lo largo de los 43 años de la marcha: desde sus orígenes hasta hoy.

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