Antes de lanzarse al viaje de su vida, Federico era un empresario con sueldo seguro y estabilidad económica, pero cambió todo eso por la feliz incertidumbre de un viaje en combi al norte del planeta. Su travesía inició el 18 de noviembre de 2018.
“Arranqué el viaje con 300 pesos, el tanque de gasolina lleno y sin saber nada de mecánica. Para lograrlo salté al vacío y comencé a vivir”, asegura.
En su andar hubo experiencias mágicas, como ver auroras boreales, pero también hubo escollos y grandes aprendizajes, como enfrentar las críticas o sobrevivir económicamente.
Federico González cuenta que en Alaska, en una carretera a 300 kilómetros del pueblo más cercano, en medio de la nada, se descompuso su combi y no había forma de pedir ayuda. Notó que no lograría nada con miedo o enojo, así que mantuvo la calma y arregló la falla mecánica para seguir el viaje en combi.
También descubrió lo importante que es la fortuna: inmerso en el bosque de Talpa de Allende, Jalisco, le salió al paso un jabalí, que al correr junto a él casi le arranca la pierna. El guía le dijo que había tenido mucha suerte de salir con vida.
Viaje en combi: infancia es destino
Federico tenía un sueño desde niño. “Quería ser trotamundos. Cuando crecí me dejé llevar un poco por el sistema, pero al final recordé mi propósito y lo llevé a cabo”, comenta.
En sus reflexiones sobre el viaje resalta la importancia de cuestionar si hemos hecho lo que soñábamos de pequeños, cuando lo crucial es ser feliz “a partir de experiencias y no de pertenencias”, comenta este viajero que concluyó su aventura cuando regresó a Texcoco, Estado de México, en diciembre del año pasado, después de 405 días de ruta.
Tan chula
El motor de la Chula (nombre de la combi) enfría por agua, lo que le da más potencia. Otros cambios la convirtieron en un refugio para el viaje en combi: el techo westfalia (que se levanta para poner una cama), una regadera y bidones extra para gasolina.