En redes sociales circulan fotos de lugares emblemáticos del mundo, vacíos. La Plaza de San Pedro, Park Güell, La Gran Pirámide de Guiza, Machu Pichu, la Torre Eiffell sin un alma. Nadie tomándose selfies ni haciendo fila para entrar. La crisis por COVID-19 ha alcanzado a todas las grandes ciudades del mundo y muchas de ellas se encuentran cerradas, como nunca antes, tanto a turistas como a locales. El coronavirus ha arruinado miles de vacaciones. El problema –además del terremoto económico que enfrenta la industria turística–, es que muchos viajeros se quedaron varados sin posibilidad de volver a casa debido a los cierres de fronteras, confinamientos y cancelación de vuelos. Otros lo lograron ya, con muchas dificultades, estrés y deudas que arrastrarán durante meses.
No se sabe la cifra exacta de mexicanos varados en el extranjero pero son cientos e incluso miles en cada país, sobre todo en España, Estados Unidos y Perú, de los destinos más visitados por mexicanos, según la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). De hecho, el 71% de los mexicanos enfermos de COVID-19 hasta el 23 de marzo viajaron a alguno de esos países, además de Italia, Alemania y Singapur.
Muchos de ellos han reportado espléndido apoyo de los consulados mexicanos en algunas ciudades; otros, todo lo contrario. Para atender a los turistas mexicanos que se encuentran en el extranjero y que no han podido regresar debido a las restricciones que han impuesto algunos países, la SRE publicó un formulario para brindar asistencia consular. Las autoridades también sugirieron que los connacionales sigan al pie de la letra las recomendaciones del gobierno del país en donde se encuentran; el toque de queda, por ejemplo. Aquí una guía para saber qué hacer si tienes un viaje en puerta que puede ser cancelado debido a la pandemia.
Aquí las travesías de algunos chilangos para volver a casa en tiempos de COVID-19.
Brenda Vega (Egipto)
Brenda tenía un tour por el Cairo y un crucero por el Nilo reservados desde hace un año. Días antes de partir le entró la incertidumbre ocasionada por COVID-19 en el mundo e intentó posponer o cancelar. En Mundo Joven, la agencia a la que le compró el tour, le dijeron que “todo estaba bien, todo estaba abierto” y que si decidía cancelar no habría reembolso. Con dudas, voló junto con su novio Careem el 14 de marzo. Al platicar con las otras nueve mexicanas (os) de su tour, se dio cuenta de que todos coincidieron: quisieron cancelar pero se aventuraron a pesar de la duda.
Disfrutaron solo dos días, a pesar de algunos cambios en el itinerario. Alcanzaron a conocer la Gran Pirámide de Guiza y a comer en un restaurante en medio del calor. La noche del 16 de marzo fueron a un espectáculo nocturno en las pirámides. Allí se les acercó un mexicano que los escuchó hablar en español. “Nos preguntó cuándo regresaríamos a México —contó a Chilango—; le dijimos que el 24 de marzo y él gritó: “¡Noooo! Se tienen que regresar mañana porque cerrarán la frontera y la abrirán hasta el 31”. Sentí pavor”. Lo platicó con sus compañeros del tour y juntos avisaron a sus guías, Mohamed e Ibrahim, que no irían al crucero. “Él nos dijo que no hiciéramos caso —recuerda—, que en las redes sociales hay muchas fake news”. Juntos decidieron no ir y pasaron el siguiente día encerrados en el hotel para buscar alternativas (su hospedaje pagado se acabaría pronto). Lograron una reunión con la cónsul mexicana del Cairo, Vanessa Espinosa, que sucedió esa misma noche. Dos de ellos, en cambio, consiguieron un vuelo a Francia y partieron.
“Fue una burla —asegura Brenda—. Esta señora fue a decirnos cómo lavarnos las manos, a decirnos que eso nos iba a salvar la vida pero que no había forma de sacarnos y que quizá nos conseguiría un hostal barato para quedarnos”. Sin darles fechas, ni acciones concretas, con las noticias avanzando rápido, Brenda y las otras 8 mexicanas (os) con los que estaban, se quedaron en una profunda incertidumbre.
Por fortuna, al día siguiente, Mohamed e Ibrahim les dieron la buena noticia de haberles conseguido lugar en un chárter privado de Nile Air que la agencia Mega Travel (a la que a su vez Mundo Joven le compró el tour) gestionó para rescatar a 120 mexicanos, casi cuarenta de ellos de la tercera edad. Su destino: Londres. La agencia les consiguió asilo en un hostal en Horley y les dio la información de sus vuelos de regreso a México. Todos se cancelaron. Justo ese día se decretó el cierre de todo en la ciudad. “Fuimos a conseguir todo lo que pudimos al restaurante del hotel para tener comida para no sabíamos cuántos días. Compramos pizza, para racionarla. No sabíamos cuándo nos iríamos y cuánto tiempo podríamos mantenernos en libras esterlinas. El pueblo era fantasma, no había nadie, no había comida, nada. En el Cairo fue terror, aquí, miedo. Estábamos en El día después de mañana”.
Al final regresaron en el mismo vuelo que tenían reservado desde el inicio, de Londres a CDMX el 24 de marzo. Lo malo: pasó todos sus días en confinamiento, sin crucero por el Nilo. Lo bueno: están bien, en cuarentena en casa y viendo la manera de pedir compensación por el viaje que no sucedió.
Mira: ¿Qué medidas están tomando los hoteles ante el coronavirus?, ¿es seguro hospedarse?
Alberto Alcocer (Barcelona)
Alberto vivió en Barcelona y, cuando se regresó a Ciudad de México, dejó familia allá. Planeó un viaje de un mes para ir a ver a sus amigos y sus familias, aunque seguiría trabajando desde allá. Llegaría el martes 18 de febrero y regresaría el domingo 22 de marzo. En el ínter, planeaba ir a Inglaterra y a Holanda. Solo pudo pasar dos semanas de vida normal antes de quedar atrapado en el confinamiento estricto.
El confinamiento en Barcelona comenzó el 15 de marzo, apoyado con la policía después de la declaración del estado de alerta. Las autoridades publicaron una lista de los únicos giros de negocio que podían estar abiertos: supermercados, farmacias, panaderías, peluquerías (para sorpresa de muchos). “Veían bien que jóvenes saliéramos para ayudar a adultos mayores —contó—, como hacer el súper por ellos. A mí me pararon los policías dos veces para preguntarme a dónde iba”. Como ocurrió en otras ciudades afectadas por COVID-19, “todo escaló muy rápido, tanto social como políticamente. La gente desde sus balcones comenzó a gritarle de cosas a los que veían en la calle”. Además, a Alberto le tocó ver el inicio de la costumbre que se quedó en toda España de aplaudir a la misma hora desde balcones y ventanas para animar al personal sanitario que trabaja incansablemente.
Decidió volver antes. La aerolínea mexicana con la que tenía reservado su vuelo de regreso jamás respondió. “Me aventé horas y horas y horas escuchando “Corazón de niño” (la canción de la llamada en espera), llamando a la aerolínea, tanto en México como en España. Se me acababa la batería intentando hablar con alguien”. Cuando por fin le contestaron le pidieron más de cien mil pesos para cambiar su vuelo unos días antes (que para este caso eran cruciales). ¿La razón? Porque volar en domingo, lunes o martes tendría que hacerlo en primera clase. “En un estado de paz y normalidad lo entiendo, pero en este momento de crisis, esperaba una respuesta diferente, sobre todo de la aerolínea más importante de México y con más vuelos al extranjero”.
Terminó comprando otro vuelo con otra aerolínea, librando dificultades de todo tipo. Volaría el miércoles 18 de marzo a las diez de la mañana, pero el martes 17, a las ocho de la noche, la Unión Europea cerró sus fronteras.
Esperando que su vuelo no se cancelara, pero con la incertidumbre encima, buscó otras alternativas: ir al Consulado mexicano en Barcelona, irse a París, o irse a Alemania (en ambos países conocía a gente que podría ayudarlo a volver a casa).
“No tuve certeza de que volaría sino hasta las 10:20 que despegamos —recuerda—. Esa noche me quedé despierto, siguiendo mi avión (cuya ruta original era Dubai-México, con escala en Barcelona)”. Hasta que vio que despegó de Dubai, se preparó para salir. Más tarde se enteraría de que ese fue el último vuelo de esa ruta, pues la aerolínea la canceló hasta mayo.
A diferencia del aeropuerto en México, donde solo le tomaron la temperatura pero no vio ninguna otra medida sanitaria activa, ni siquiera la distancia entre personas, en el aeropuerto de Barcelona sí se cumplieron todas. Pero lo más impresionante para él fue ver el aeropuerto vacío (un amigo suyo le confirmó que al día estaban sacando setenta vuelos, cuando lo normal eran más de mil) y el avión lleno de mexicanos tensos, nerviosos, quizá hartos.
“Respiré en el momento en el que vi que llegamos a territorio nacional. Me acabaré mis reservas de atún en lata de aquí a agosto, pero no hay bronca”. Ahora, Alberto se encuentra en cuarentena estricta. “Veo a mi hermana a través de la ventana”.
Marisol Fernández (Perú)
Después de pasar unos días en Lima, Marisol aterrizó en Cusco el 15 de marzo. Visitaría Machu Pichu. Sin embargo, esa noche, Martín Vizcarra, presidente de la República del Perú, anunció el cierre de fronteras como acción directa frente a COVID-19. Tenía veinticuatro horas para salir. En ese momento, intentó contactar con la Embajada de México en Perú, pero fue imposible. Ante la incertidumbre, compró un vuelo de regreso hacia Lima para el día siguiente. Sin embargo, este y todos los vuelos de esa aerolínea estaban cancelados. Intentó conseguir otro pero el aeropuerto estaba desbordado. “Estaba exageradamente lleno, gente que había dormido ahí, gente llegando y gente esperando poder abordar su vuelo con la noticia de cancelación; adicional a policías locales por todos lados, tratando de evitar disturbios —contó a Chilango—. Entonces fuimos a la estación de autobuses y logramos comprar boletos para Lima (22 horas de viaje). Sin embargo, nuestra agencia de viajes nos recomendó no hacerlo debido a las condiciones de la carretera, la época de lluvias que provoca deslaves continuamente y el riesgo de quedarnos varados en medio de la carretera sin ninguna protección ni seguridad.
Decidió quedarse en Cusco y buscar opciones de salida, por Bolivia y Colombia, sin embargo las fronteras de aquellos países ya también estaban cerradas. Logró hablar con alguien de la embajada hasta esa noche. No había acciones concretas aún, el escenario era incierto y los acuerdos con el gobierno peruano estaban a penas en proceso. Fue hasta el siguiente día, cuando la agregaron a varios chats de WhatsApp, que dimensionó la cantidad de mexicanas (os) varadas (os) en Perú. Cerca de seiscientas personas, según SRE.
Marisol logró comunicación directa con el embajador, quien le aseguró que habría vuelos de regreso, probablemente en chárters, desde Cusco (los de Lima ya comenzaron a salir). No sucedió.
Tres días, decenas de llamadas a la Embajada de México, mensajes con el embajador y rumores sobre vuelos desde Cusco que resultaron falsos, por fin una buena noticia: “Por medio del chat “Mexicanos en Cusco”, supimos que estaban llamando de parte de la SRE para confirmar que saldríamos de Cusco hacia Arequipa en autobuses y, después trasladarnos en chárters a Ciudad de México”.
La cita fue el viernes 20 de marzo a las siete de la mañana en Plaza de las Armas, Cusco. “Ahí estuvimos alrededor de cutrocientas personas esperando para abordar los autobuses que nos llevarían a Arequipa, quince horas (y solo una parada para baño) nos esperaban de camino”. Llegaron a Arequipa hambrientos y cansados. Una persona de SRE explicó que se daría preferencia a menores de edad, personas mayores de 60 años y personas con alguna situación médica comprobable, ya que solamente había tres aviones y no había cupo para todos. Ella regresó a casa, pero sesenta personas se quedaron en Arequipa sin poder abordar los chárters.
Irving Sánchez Ruiz, Tonatiuh (Nairobi)
Irving –o Tona, como le dicen sus amigos– tenía planeado recorrer varios lugares de Etiopía; sin embargo, debido a la pandemia de coronavirus (COVID-19) tuvo que cambiar todos sus planes.
El 8 de marzo salió de la Ciudad de México hacia Nueva York, donde hizo escala de un día para después viajar a Nairobi (Kenia) y de ahí a Adís Abeba, la capital de Etiopía. En el viaje de ida no tuvo mayores inconvenientes, pudo salir del aeropuerto de Nueva York y recorrer la ciudad, incluso visitar algunos sitios turísticos, como el Rockefeller Center. “Veía las noticias en los lugares donde entraba y empezaban a decir que era un problema más grave, pero aún no había un problema de cierre de lugares o de fronteras”, dijo Tona a Chilango. Sin embargo, días después, esta ciudad se convirtió en otro de los epicentros de la pandemia.
Sin mayor inconveniente tomó su vuelo de Nueva York hacia Nairobi, donde lo recibieron con una cámara para tomar la temperatura y un cuestionario adicional al de migración. En esta ciudad africana pudo hacer turismo normalmente, para ese momento no había más que una persona diagnosticada con COVID-19. El viernes 13 dejó Kenia. Justo al llegar a Etiopía se presentó el primer caso, narra Tona. “Platicaba con la gente local y empezaba a notar que el coronavirus ya era un tema de la población en general”. Para ese entonces, en Europa comenzaban a cerrar negocios, fronteras y ordenar toque de queda. La situación en Etiopía se agravó a “los tres o cuatro días que llegué. Cada vez había más casos en el mundo”. A pesar de que quería pasar más tiempo en Arar, al otro día despertó con el mensaje de un amigo suyo diciéndole que el gobierno keniano planeaba cerrar fronteras en 48 horas, así que tuvo que regresar a Adis Abeba a adelantar su vuelo a Nairobi, lo cual significó un gasto que no tenía contemplado.
“En el aeropuerto de Adís Abeba fue una locura. Los turistas querían salir, vi europeos, asiáticos, estadounidenses y latinoamericanos; cada persona quería tomar medidas de acuerdo a las restricciones en sus países”. A pesar de que Kenia Airways le dijo que podía adelantar su vuelo sin costo, le dijeron que tendría que esperar pues su caso no era extraordinario, ya que no había cierre de fronteras para entrar a Estados Unidos o México desde Nairobi. Así que esperó en Nairobi hasta que pudo dejar el país. Tona cuenta que al llegar a EU, el aeropuerto JFK, en NY, estaba prácticamente vacío, la mayoría de los negocios cerrados y sin bancas donde sentarse. En ese aeropuerto no le tomaron la temperatura al llegar ni al salir. Su vuelo de regreso a CDMX iba prácticamente vacío, como al 20% de su capacidad y la gente usaba mascarillas. Al aterrizar en CDMX, le tomaron la temperatura. Ahora, se encuentra en cuarentena.
Ericka Borgez (Ámsterdam)
El 13 de marzo, Ericka viajó de CDMX a Ámsterdam (Holanda) con una amiga. La idea era visitar esa ciudad, luego ir a Bélgica y finalmente París, donde tomarían su vuelo de regreso a México. Antes de irse, la crisis causada por COVID-19 en el mundo aún no se agravaba, por eso decidieron continuar con sus planes. Sin embargo, un par de días después de su arribo, Ericka y su amiga se convirtieron en dos de las cientos de turistas que se quedaron atrapadas (os) lejos de sus países de origen a causa de las medidas extraordinarias que implementaron algunos gobiernos –como toque de queda y cierre de fronteras– para frenar la pandemia.
“Cuando llegamos a Ámsterdam todo estaba relativamente normal, los negocios abiertos, turistas en las calles. Pudimos pasear”, contó Ericka a Chilango. Sin embargo, el mismo día que llegaron, el personal del hostal donde planeaban hospedarse les dijo que serían trasladadas a otro hotel, pues la cadena estaba cerrando algunas sucursales.
Al siguiente día el escenario cambió por completo. Lograron hacer un tour a pie por la ciudad, pero escucharon rumores sobre el cierre de lugares públicos. Esa misma noche así ocurrió. “Cerraron todo. Intentamos buscar algo de comer y todo estaba cerrado. A partir de ahí poco a poco fueron incrementándose las medidas de seguridad”. El Barrio Rojo, siempre boyante, ahora estaba vacío y oscuro.
Fue entonces cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, decidió que ya no podía haber gente en las calles –salvo con permisos especiales–, así como el cierre de las fronteras del país. “Para nosotras fue una preocupación porque nuestro vuelo era de París. (Así que) traté de comunicarme con la embajada de México en Ámsterdam y París, sin éxito. Me metí en algunos grupos de mexicanos, tanto en París como en Ámsterdam, y había mucha gente en nuestra situación”.
Ericka narra que decidieron quedarse en Ámsterdam, pues les cancelaron sus hospedajes en Bélgica y París. Sin embargo, tuvieron que cambiar de hotel al menos cuatro veces, hasta que lograron conseguir un Airbnb. Finalmente, una persona en México logró contactarlas con Aeroméxico para encontrar una alternativa para su regreso. La solución fue comprar otro vuelo de Ámsterdam a Ciudad de México, con un costo de $14,000.
Durante el vuelo de regreso, el avión estuvo lleno, a diferencia del de ida. Al aterrizar en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, llenaron un formulario en el que detallaron en qué asiento iban sentadas y si habían tenido contacto con alguna persona con coronavirus; además les tomaron la temperatura. Ahora Ericka se encuentra en cuarentena en CDMX.
Alejandra Isaías (Milán)
Hace dos meses, Alejandra viajó a Milán, Italia, para continuar con sus estudios de Arquitectura. Aproximadamente cuatro semanas después, justo cuando estaban por comenzar sus clases –el 22 de febrero–, comenzó la crisis por COVID-19 en el territorio italiano. Ahora todas las calles están vacías y los negocios cerrados. Ale sale únicamente al súpermercado. “Para ir al súper debes hacer una final afuera, (guardando) un espacio de aproximadamente dos metros con la persona de adelante —contó a Chilango—; adentro, tienes que usar cubrebocas, guantes e igual mantenerte alejada de las demás personas”.
Milán, donde se encuentra Alejandra, está a solo 40 minutos de Bergamo, la ciudad italiana considerada el epicentro de los contagios de coronavirus en Italia. “La semana pasada todavía podíamos hacer ejercicio afuera, pero esta semana se agregaron más restricciones, ya ni siquiera podemos salir a eso. Las calles están completamente vacías, los camiones están vacíos; puedes usarlos, pero pueden detenerte y multarte si no compruebas que ibas al supermercado”.
Inicialmente, el periodo de cuarentena por COVID-19 estaba programado para terminar el 3 de abril, pero el presidente italiano informó que se aplazaría hasta el 15 del mes. Mientras tanto, Ale continúa con sus estudios de forma remota, aunque reconoce que es un poco complicado por la naturaleza de su carrera. Por el momento no planea regresar a México y, aunque así lo quisiera, hay restricciones de viaje que no se lo permitirían. Así que ha optado por tener paciencia, mantenerse en su casa, salir lo menos posible y esperar a que este periodo acabe.