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Viaje aesthetic a San Miguel de Allende

La arquitectura colonial y el nuevo diseño es el escenario perfecto para disfrutar de propuestas novedosas que hacen que esta ciudad esté más viva que nunca

Patrimonio Cultural de la Humanidad y varias veces reconocida como una de las mejores ciudades del mundo para visitar, San Miguel de Allende es una de las joyas del Bajío mexicano. Como anuncia su escudo de armas (“aquí nacido, conocido en todo el mundo”) es tradicional y cosmopolita, histórico y moderno, y un crisol de culturas locales y globales. 

Desde su fundación franciscana y su historia como punto de paso obligado en la ruta de la plata, San Miguel ha destacado por su hospitalidad, ofrecida tanto para el paseante como para el que llega a instalarse (incluyendo la numerosa comunidad extranjera que lo habita desde mediados de siglo XX). En esta ciudad encontrarás monumentos históricos, restaurantes locales e internacionales, festivales fílmicos y musicales, y tiendas para todos los gustos, todas atendidas con la hospitalidad que caracteriza a lxs sanmiguelenses.

Diseño y más diseño

Tras un viaje de cuatro horas desde la Ciudad de México, llegamos a San Miguel para hospedarnos en Amatte, un hotel cálido y natural, que incita a conectarse con el espacio a través de todos los sentidos. Diseñado por el arquitecto japonés Shinji Miyazaki, bajo los principios del wabisabi, este refugio permite reconocer la belleza en la singularidad de la vegetación endémica y de una arquitectura que combina comodidad y sencillez. Además, tiene una de las mejores vistas de la ciudad. 

Hotel Amatte. Foto: Cortesía

Para la comida, fuimos a Cumpanio, un espacio que propone una experiencia culinaria de alta calidad, pero con un ambiente informal que recuerda los bistros franceses. La carta ofrece comida mediterránea en la que el protagonista es el trigo y sus múltiples expresiones (el lugar también es una panadería) como pizzas, sandwiches, hamburguesas e incluso pasta hecha en casa. Los principales incluyen salmón, milanesa de pollo con salmoriglio (una salsa italiana de zumo de limón, aceite de oliva y especias), lechón crujiente y “steak frites”. También hay ensaladas y tablas de quesos. Los postres son imperdibles. La selección de vinos y los cocteles clásicos, de autor y mocktails (sin alcohol) hacen el complemento perfecto. 

Cumpanio. Foto: Cortesía

Al caer la tarde, nos deslizamos hasta Casa de los Olivos, un hotel boutique que además es galería. Este espacio es impulsado por Levain & Co un proyecto fundado por Alberto Laposse y codirigido por Sandra Vázquez, el cual, por medio de sus proyectos (que incluyen a Cumpanio, Hortus y Panio), combina la arquitectura, la restauración, la panadería y la hospitalidad para fundirse y nutrirse mutuamente de la vida local de San Miguel. Alberto y Sandra, además, colaboran con iniciativas y artistas locales e internacionales para construir una agenda constante de exposiciones y espacios creativos en algunas sedes del proyecto.

Esta vez, disfrutamos de Albergue Transitorio una plataforma itinerante dedicada al fomento del diseño mexicano, curado por Julia y Renata, artistas establecidas en Guadalajara.

Albergue Transitorio. Foto: Cortesía

A la noche, antes de regresar al hotel, nos cruzamos con Xoler, el bar de vinos del arquitecto Agustín Solórzano. Como era de esperarse, el diseño del espacio evoca sensaciones que invitan a disfrutar de la cuidada selección de vinos nacionales e internacionales, en una atmósfera minimalista pero que no deja de ser íntima y auténtica.

Es una experiencia enológica que incluye tintos, rosados, blancos, espumosos, naturales, orgánicos y biodinámicos (una filosofía de producción que se basa en el cuidado e integración de los elementos naturales en cada detalle del proceso). Las opciones de maridaje incluyen entradas y principales que combinan sabores de la cocina mexicana y europea. 

Xoler. Foto: Cortesía


Comida y naturaleza en San Miguel de Allende

En nuestro segundo día, desayunamos en Panio que, además de una panadería exquisita, es un proyecto mitad laboratorio, mitad atelier que combina la experimentación con el arte de las técnicas tradicionales francesas de boulangerie (panadería), patisserie (pastelería) y viennoisserie (pan al estilo vienés).

Panio es un espacio abierto que busca contar historias y crear experiencias nuevas a partir del pan y su preparación. Además de roles de canela, croissants de almendra, sconds de arándano, garibaldis y conchas de vainilla, se puede saciar el hambre con un quiché, huevos benedictinos, chilaquiles o un desayuno alemán, acompañados de un buen café.

Panio. Foto: Cortesía

La última parada de nuestro breve pero delicioso viaje a San Miguel fue Hortus, un restaurante y bar ubicado en los portales del Jardín Allende, el corazón verde de la ciudad, flanqueado por la Parroquia de San Miguel Arcángel y su insigne estilo neogótico. El diseño del espacio preserva la estructura de la antigua casona y le infunde nueva vida a través de una mezcla orgánica de elementos vegetales y mobiliario de diseño local.

Apenas fundado en 2023, Hortus busca la sostenibilidad social y ambiental a través de enraizarse en la comunidad y agricultura locales, sin dejar de presentar un menú que también se planta en los orígenes francoitalianos del proyecto. Destacan los huevos en sus múltiples presentaciones, la torta ahogada de carnitas, los dumplings de ricotta y el cordero.

Hortus. Foto: Cortesía

A pesar de sus casi 500 años de antigüedad y de casi convertirse en un pueblo fantasma, San Miguel de Allende es una de las ciudades más contemporáneas del país, tierra fértil en el que no dejan de brotar proyectos que combinan vanguardia y tradición. Si la ciudad ha crecido con el tiempo hasta alcanzar notoriedad mundial, es porque ha sabido reinventarse a lo largo de los vaivenes de su historia.


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