Al entrar en el sótano de la casa porfiriana donde se ubica Puebla 109, es imposible apartarle la vista a la protagónica barra de cuatro metros frente a la puerta. Sobre la superficie de azulejo azul hay frascos de vidrio con ejotes, albahaca, eneldo, mermeladas, infusiones de vodka con verduras y shrubs (fruta en vinagre), colocados de tal manera que parecen los ingredientes de una fórmula científica, y en cierta forma lo son: aquí los bartenders, comandados por David Mora (también jefe de barra de Romita y ganador del concurso del mezcal Siete Misterios), experimentan con distintas técnicas, licores e insumos.
El objetivo de este bar es ser un laboratorio dedicado a la creación de cocteles y a la degustación de los 12 tragos insignia del lugar para jugar con los sentidos del comensal. Es por eso que hay bebidas realizadas con pistola ahumadora, ralladura de hielo o añejadas en barrica de roble blanco. Lo mejor: los precios están decentes, varían entre 100 y 300 pesos.
Para que todos los elementos se integren armónicamente en este coctel bar, la decoración y el mobiliario son agradables, en azul y madera oscura, luz tenue, techos bajos y con espejos manchados que dan un toque antiguo.
Marida los tragos con alguna de las entradas, como el hummus con parmesano y aceite de oliva (90 pesos), los calamares fritos con remoulade (110 pesos) o el carpaccio de salmón (130 pesos). Pero si quieres comer en forma, Puebla 109 tiene un restaurante independiente en el primer piso. El espacio es más amplio y luminoso, está decorado con madera clara y presume los ventanales de principios del siglo XX.
El chef Eduardo García creó un menú mediterráneo para maridar con las bebidas del restaurante que, cabe destacar, no son las mismas que se sirven en el sótano. Aquí se preparan tragos largos o clásicos, como el Old Fashion. También tiene una cava con 71 etiquetas de vinos mexicanos.
Curioso detalle: en el segundo piso hay tres salones destinados a degustaciones. Uno de ellos, el Lolita Ayala, está decorado con dibujos de la comunicadora sobre recortes de periódico, elaborados por el abuelo de uno de los socios que, por el Alzheimer, buscaba acordarse de las noticias del día anterior.