Después de subir dos pisos de escaleras cubiertas con mosaicos de diseños contemporáneos llegas a la recepción de Balmori Roofbar, donde de inmediato llaman la atención las decisiones acertadas en el diseño del espacio: una serie de bloques de hormigón a lo largo de la barra armonizan perfectamente con la madera y la vegetación del lugar.
A continuación notarás que la mayor parte de la gente está fumando. Balmori tiene un techo retráctil que le permite operar como terraza, a pesar de que éste se mantenga cerrado durante las noches. Ni modo: en las terrazas se puede fumar y, a mi parecer (una que es nazi del cigarro), le resta muchos puntos. Si vas entre semana, será fácil que encuentres lugar en alguna de sus 15 mesas, buena parte de ellas, comunales. Para el fin lo más conveniente es reservar.
Tienen una extensa carta de tragos clásicos y un menú con cocteles. Uno de los hits es el Jamaica Habanero, que lleva jamaica triturada, un toque de habanero, mezcal, agua y escarcha de sal de gusano. Otro muy rico es el Fresco Balmori, con albahaca y pepino macerados, endulzados y acompañados de mezcal.
La música falla de lunes a viernes, tanto en la selección (mix de canciones varias sin personalidad) como en el volumen. Hay que gritar para ser escuchado. La cosa mejora de jueves a sábado, cuando se instalan los DJ para darle al deep, al dance y a otros ritmos afortunados.