Pero no siempre triunfa la censura. Antes de Rob Black y Max Hardcore, el objetivo de Sánchez era Adam Glasser, conocido como Seymore Butts, un director de porno especializado en sexo anal. Butts había filmado la película Tampa Tushy Fest, en la que una mujer practica el fisting, una de las acciones prohibidas en la lista del CURBFHP, con otra mujer. Sánchez inició un juicio en contra del filme y los productores.
La diferencia de este caso con los otros fue el argumento con el que Glasser contraatacó. Sus abogados fueron al juicio con libros de sexualidad y juguetes de látex (reproducciones de puños), como prueba para demostrar que el fisting es una práctica sexual con alto arraigo en las comunidades lésbico-gay, y que declarar obscena Tampa Tushy Fest demostraba intolerancia hacia estos grupos y un atentado contra, faltaba más, la Primera Enmienda.
Glasser ganó el juicio, con los consiguientes beneficios en ventas producidos por el morbo de quienes deseaban ver la película prohibida, además del reconocimiento de la industria pornográfica por haber vencido al sistema. Por su parte Deborah Sánchez lamentó que el jurado hubiera perdido el objetivo del caso. El objetivo, según la procuradora adjunta, no era demostrar si el fisting es algo aceptado, sino la forma ofensiva en que se presentaba en la película.
Para Adam Glasser, su triunfo ponía en entredicho la congruencia de la moral del Estado. “Diariamente se filman escenas de fisting en varios países del mundo”, dice el director y actor; “aquí en América se filman escenas en las que se introducen cuatro dedos, y hasta ocho; pero ningún pulgar porque entonces es considerado fisting y está prohibido. No lo entiendo. Comprendo lo de la violación y el homicidio; entiendo lo de la bestialidad y la pornografía infantil. Pero cualquier acto consensuado entre dos adultos debe ser aceptado”.