Viernes por la noche, discuten por algún motivo insulso: a dónde ir a cenar, qué película ver, ir o no a bailar: “Siempre hacemos lo que tú quieres, te vale lo que yo diga…” y una interminable lista de situaciones que provocan peleas, y un tic nervioso en el ojo. Más tarde, la cosa se calienta: ‘Ya, mi amor, no peleemos’: Una caricia, un beso, un abrazo y, tómala, a quitarse la ropa.
Ah, ese sexo de reconciliación: atrevido, intenso, refrescante. Estos son algunos pros y contras de este pretexto para decir: véngase pa’cá:
PRO: Es lo mejor para desestresarse
Quién se atrevería a negar que después de estar sujeto a un momento de tensión, no hay nada mejor que desahogar la furia y canalizar las energías en una actividad placentera. Dicen que en un enojo se ponen en movimiento 34 músculos, para el sexo utilizas TODOS los músculos del área pélvica, del apoyo uterino y los cuádriceps. Entonces: ¿cómo prefieres quemar calorías?
CONTRA: Pura evasión de la realidad
Dicen que los problemas hay que hablarles de frente, cara a cara. Pero la verdad es que muchas veces somos medio sacatones y preferimos evadir las cosas. Por eso, la mejor manera de decir: ‘ahí muere’ es el sexo. Esto puede variar, puesto que muchas parejas se sienten usadas al ver que el otro (o la otra) solo dice: ‘presta pa’ la orquesta’ cuando hay una pelea. Lo malo es que a esta solución se le atribuye el orgullo y la dificultad para expresar los sentimientos.
PRO: Acabas con la rutina
No lo nieguen: después de un tiempo, el sexo se convierte en una rutina que a veces nos puede matar. Por eso, cuando una pelea surge y las dos partes sales victoriosas –tras meterle enjundia al momento después de la discusión– se prometen que eso nunca volverá a suceder, que las peleas no son lo suyo, que su amor es puro y verdadero. Pero, aguas, es del conocimiento popular que muchas parejas continúan juntas porque después de cada pleito tienen unas relaciones sexuales espectaculares. Eso no puede suceder todo el tiempo.
CONTRA: Se puede convertir en adicción
Un estudio realizado por Seth Meyers, psicólogo clínico del Departamento de Salud Mental de Los Ángeles, dedujo que ponerle nombre al niño tras una pelea de pareja puede ser tan adictivo como una droga. Es más, puede convertirse en una forma ‘negativa’ de premiar las peleas, de volver dependientes a las personas. Es como una montaña rusa: después de un momento de tensión viene una bajada que te inyecta adrenalina, tal como la adicción a la cocaína.
Tras sacar estas conclusiones les preguntamos: ¿No creen que, como adultos que somos, ajá, porque lo somos, no es mejor hablar las cosas de frente que sacarle la vuelta a los problemas? Ustedes qué opinan.