No sé por qué mi mente decidiótraer su recuerdo hoy, pero así fue. Y es que, estas personas dejan huella en nosotros, nos inician en el arte de amar… pequeña cosa, ¿no?
Por favor, no estoy diciendo que todas las personas con las que hemos estado no nos hayan dejado huella… pero como nuestro(a) maestro(a), pocos -por no decir, nadie-.
Con él (ella) aprendimos a gozar…
Con él (ella) aprendimos a gozar… ¿cómo no guardar en tu memoria a aquel que te llevó de la mano hacia tu primer orgasmo? Eso siempre se agradece. Cuando menos, en mi caso así fue; yo -aunque me hacía la muy, muy- era bastante neófita en los asuntos de la carne cuando lo conocí.
Ya había estado con alguien más y -aunque disfrutaba mucho de esos encuentros- sentía que me hacía falta algo: sí, ¡un orgasmo! A mis escasas 19 primaveras, le creía todo al susodicho en cuestión; por lo tanto, durante dos años viví creyendo que la "rara" era yo, porque siempre me quedaba con ganas de más.
Cuando conocí a mi maestro de artes carnales, desde nuestro primer encuentro, todo fue muy diferente: "¡se dedicó a mí!". Con él descubrí las delicias del sexo oral y las maravillas de tener una lengua ejercitada a tu servicio. Me acuerdo perfecto la primera vez que estuvimos juntos, hubo un momento en el que le dije: "esto es demasiado, ya no puedo". Él sólo me dijo: "¿cuál demasiado? Esto apenas empieza. Usted relájese y disfrute." Palabras mágicas que todavía resuenan en mi cabeza… seguí sus instrucciones y a los pocos minutos entendí de qué me hablaban mis amigas; entendí de qué iba el placer y entendí la importancia de tener alguien como él en mi vida.
Todos los que han formado parte de nuestra historia sexual son importantes; no importa cuántos hayan sido. Yo creo que nunca son ni muchos ni pocos, siempre son los necesarios. Habemos quienes tenemos una curiosidad más despierta y quienes no, tan sencillo como eso; lo cual, no quiere decir que seamos mejores o peores… simplemente diferentes.
También es cierto que a lo largo de nuestra vida, tenemos diferentes maestros… uno, el que nos ayudó a descubrir cómo alcanzar un orgasmo; otro que tal vez, nos incitó al mundo de los juguetes y quizás uno más, con el que aprendimos la diferencia entre "coger" y "hacer el amor" (por cursi que suene, es distinto).
Haya sido como haya sido… y si bien, el tener un(a) maestro(a) que nos acompañe y nos sepa guiar en nuestros primeros pasos sexuales, no es indispensable… ¡siempre se agradece que exista gente con espíritu de docente!