A lo largo de los años, fanear músicos ha sido un rasgo común en algunas mujeres. Ellas los admiran desde la oscuridad, esperando que, algún día, él se digne a mirarlas y las haga brillar. Desde su esquina ven cómo el objeto de sus pasiones se contonea sobre el escenario, cómo cautiva al público; ellas brincan inagotablemente, interpretan de memoria la canción que él escribió, suspiran incesantemente y le hacen llegar su lencería más costosa.
Si bien es cierto que la salud mental de estas chicas está en duda (¡ja!), muchas personas admiran su capacidad de poner la bala justo donde tiempo atrás habían puesto el ojo. Las groupies siguen al rockstar de su elección hasta el backstage y hacen cualquier cantidad de proezas para echar pata con él. Hay quienes no discriminan, lo hacen con cualquiera, aunque el objetivo final siempre haya sido aquel que le ha quitado el aliento desde siempre.
Uno de los casos más famosones aquí en México fue el de Daiana y Kalimba, tras el cual se armó un merquetengue por el supuesto abuso sexual del cantante a la chamaca, esto llevó a Kalimba hasta el tambo, y a las tinieblas. Ella, al contrario, se agarró de esto para saltar a la fama y hasta salir en pelotas en una revista para caballeros. Lo que son las cosas…
Quizá éste no ha sido el caso más amable de la historia de las groupies, pero ha habido otros con finales felices.
Vayamos por partes:
¿Qué es una groupie?
Es aquella chamacona que va por la vida siguiendo a un músico de forma i-n-c-o-n-d-i-c-i-o-n-a-l. Siempre está disponible para él y hace hasta lo indecible por mantenerse cerca. Viaja con él, lo persigue, mmm…, digamos que son la forma más profesional de ser stalker y vivir para ello. Pero, ¿hay alguna diferencia con un fan from hell? Sí y una grande. Los fans from hell no necesariamente se echan al plato a sus ídolos y pueden ser fans de políticos, artistas, deportistas o músicos. La vida de una groupie está sujeta a los tiempos del artista, a complacer sus solicitudes y a tolerar/aceptar que va a estar en constante contacto con otras groupies que seguramente conseguirán lo mismo.
¿Cómo llegan a la cúspide?
Como puedan. Ellas harán lo imposible por apapachar a sus amados y eso incluye stalkearlos para conocer sus agendas, su ubicación y las probables formas de abordarlos. Las ganonas son aquellas que tienen acceso a backstage, ya sea porque trabajan para algún medio o porque colaboran con las empresas organizadoras. Como tienen acceso ilimitado se aparecen de ‘repente’ en el camerino con algunos trapitos menos…
Soy Claudia y soy una groupie
“La verdad es que yo me clavé al principio. Había veces que yo sabía que él estaba aquí y no me llamaba, eso me encabronaba”, nos cuenta Claudia, quien trabaja en una empresa que organiza conciertos y que se ha echado varios quienvives con algunos artistas.
Su historia de amor ocurrió con el baterista de una banda mexicana, con quien mantuvo una breve relación. Él vive en el gabacho, pero cada que venía a la capirucha para presentarse en algún concierto, le mandaba mensaje por whatsapp y acordaban el encontronazo. ‘La onda es que nunca fue algo constante’, comenta ella.
Claudia nos cuenta que tener sexo con algún músico depende mucho de la “calaña” del guey en cuestión. Hay algunos que de plano no le entran porque andan metidos hasta el cogote con sus parejas o porque practican alguna religión que se los prohibe (sí, son bien aguerridos con eso), pero hay otros que lo disfrutan con singular alegría.
Ella lleva una vida normal, como cualquiera de nosotras, aunque, por qué negarlo, sabe que cuando vuelva a tener la oportunidad de empiernarse con algún bombonzazo, la va a tomar. ¡Qué diablos!
Y ustedes qué opinan del arte de fanear.