La razón principal para el acuerdo tácito entre el Estado y la industria porno se basa en el mutuo beneficio económico. “Si haces cierto tipo de cosas (violación, incesto, fisting)”, explica John Leslie, actor y director pornográfico, “los distribuidores no tomarán tus películas. Y tienes que recordar que esto es un negocio, estamos haciendo algo que debe remunerar para que podamos vivir y hacer otra película”. Sin embargo, los distribuidores no eran el obstáculo principal, el verdadero peligro era la cacería de brujas con que amenazaba el gobierno de George W. Bush si se descuidaban un poco.
Para evitar cualquier roce posible con la nueva administración republicana, el abogado Paul Cambria, representante legal de gente como Larry Flint y Marilyn Manson, así como de muchos peces gordos de San Fernando Valley, elaboró una lista de actos que recomendaba evitar para mantenerse lejos de la lupa inquisidora del gobierno. Conocida como Lista Cambria, algunos de los actos enlistados son: no escenas en las que se muestre dolor o degradación, no eyaculaciones en la cara, no escupir de boca a boca, no usar comida como objeto sexual, no orinar a menos que sea en un escenario natural, no ataúdes, no dos penes en una boca, no penetración hombre/hombre, no escenas transexuales, no escenas bisexuales, no diálogos degradantes, no menstruación, no incesto, no violaciones y no sexo interracial.
La lista no fue bienvenida por el gremio: “Si eliminas eso -dice Rob Black, refiriéndose a las prohibiciones enlistadas- básicamente estás eliminando el entretenimiento para adultos tal y como lo conocemos”. Sin embargo, otro grupo, sin duda más afín a las intenciones de Cambria de no provocar un conflicto, interpretó la lista como una guía sugerida sólo para las portadas de las películas, no para el contenido de las películas.