Antes, la diversión pública no contenía elementos sexuales. El burlesque es la decadencia de teatro de revista en México, de la carpa. Iniciado por primera vez en el Teatro Tívoli en 1945, fue la respuesta de los empresarios al declive del público asistente al teatro. La razón: se termino el sistema de estrellas del cine mexicano. Si antes Emilio Tuero, Los Panchos y Pedro Infante hacían las delicias del Tívoli, sin grandes figuras, los desnudos vinieron a llenar ese vacío.
José Antonio Muñoz, Willy, hijo de La Guayaba (Amalia Wilhelmy), del dueto que junto con la Tostada se hizo célebre en la saga de Pepe El Toro, de Ismael Rodríguez, es el representante de la Asociación Nacional de Actores en el Garibaldi. Viste un impecable traje gris y cuando va, los fines de semana, se dedica a invitar a la gente a pasar a ver el espectáculo.
Willy cuenta que ya en el burlesque de Tívoli, en la calle de Libertad en el centro, las bailarinas se desnudan por completo, dejando sólo un pequeño triángulo de tela para cubrirse el pubis, un paso delante de lo más atrevido de entonces: el bataclán, donde la bailarinas enseñaban prolijamente las piernas, en el teatro María Guerrero.
Irazul nacía, en 1972, cuando el Tívoli cerró. Ella comenzó en los burlesque hace seis años. Una amiga que trabajaba ahí, la llevó una vez, por si algún día quería ganar más dinero. Pasaron meses, tiempo en que el esposo de Irazul se fue, para que ella se decidiera: «Me temblaban las piernitas cada que salía al escenario. Luego le agarras el gusto a todo.»
Pese a su inclinación por el desnudo, Irazul parece vulnerable. Cambia cerveza para nudistas por una verdadera y dice: «A mí lo que más me gusta, la verdad, es tomar. Hasta bailo mejor, me suelto.»