A todos nos la han aplicado. Una es más gandalla que la otra y no hay ni a cuál irle. Esos especímenes que deciden mandarnos al demonio, directito y sin escalas, con alguna de estas formas de tronar a alguien merecen ir al infierno de los ex.
Y para que no les tome por sorpresa, hicimos un listado de las 23 formas más gandallas de mandar al diablo a alguien:
– Decir: no eres tú, soy yo. Ah, la clásica. Sí, cómo no. Obvio no soy el indicado para tus altos estándares de pareja.
– Que te presente a alguien más como su pareja formal. ¿Neta? ¿Ni siquiera tuviste el valor para decirle: ahí muere?
– Por mensaje de texto. Aquí convergen muchos puntos: lo mucho que te vale mi reacción, la flojera que te da decírmelo en persona y lo imbécil que eres.
– Enfrente de sus amigotes. ¿Te querías lucir? Lo conseguiste.
– Después de embaucarte con una deuda. ¿Y ahora que hago con los 18 meses sin intereses de tu pantallota de tele?
– Por mail. Quizá un mensaje de texto es menos personal que el correo. Entre promociones, encargos de mi jefe y spam está tu correo diciendo que me vaya al diablo. Qué lindo.
– El día de tu cumple. Buenísimo, el único día en el año en el que todos se acuerdan de mí y tú decides mandarme a ver si ya puso la marrana.
– Ghosting. Ahora esta técnica de truene se puso de moda. Consiste en ignorar a tu pareja: jamás devolverle las llamadas, dejarlo en visto, no responder sus correos. O sea, desaparecer de la faz de la Tierra. Hulero.
– Después de hacerle un encargo a la cigüeña. El peor, el más gandalla, el más cobarde.
– Durante una festividad importante (Navidad, Año Nuevo, 14 de febrero). Justo al lado del arbolito de Navidad, entre las luces y las esferas podrías colgar tu corazón roto para decorarlo.
– En el viaje de vacaciones por el que tanto ahorraste para ir. Tú, mi tesorito, te diste cuenta que en verdad no quieres estar conmigo, así que crees que ÉSTE es el mejor momento de decir: aquí quedó. A empacar todo de nuevo.
– Estando con unos tragos de más. Sabemos que no estás en tus cinco sentidos, pero como bien dicen: los niños y los borrachos siempre dicen la verdad…
– Cacharlo en la maroma. Me dijo que se iría con su mamá de compras. Me la topo en un restaurante dándole un beso a mi mejor amigo. Púdranse.
– Encontrar su perfil en Tinder. Un alma caritativa te pasa el dato al costo.
– Dice mi abuelita que siempre no. Poner de pretexto el trabajo o una situación familiar tampoco es muy halagador que digamos, ¿eh?
– Que te diga: es que necesito espacio. ¿Uh? ¿De qué hablas? ¿Te vas a expandir o qué?
– De parte de Fulano: dice que ya no quiere nada contigo. Y el otro mensajero zopenco que aceptó venir a decírtelo.
– Después de echarse un quiebre. Ok, quizá no soy el mega máster en la cama, pero ¿tenías que hacerlo justo en este momento que me estoy echando un cigarrito?
– Decirte que nunca te amó y que todo fue un error. Bien, al menos en ésta son más frontales, pero ¿sería posible que me la barajees más despacio y no seas tan sincerote?
– Con pretextos baratos y manchados. “Es que ya te pasaste de tamales”, “ya me cansé de tu depresión”, “eres un bueno-para-nada”. Ajá… y tú muy sácalepunta, ¿no?
– Cambiar tu relación en Facebook. Ah, caray, ¿qué pasó aquí?
– Que te etiquete en un post o un meme para cortar a alguien. Y justo ahora te sale lo chistorete. Qué oportuno.