¿En qué consiste?
El clásico rapidín “allá donde las olas se rompen”. Tiene todos los elementos sensuales de rigor: el voyeurismo, el sexo en la vía pública, el temor de que los cachen, la cachondería del trópico… Y además, con un mini traje de baño, todo es posible.
¿Quiénes la prefieren?
Los que son adictos a la adrenalina y tienen cierta vena exhibicionista. Porque aunque todo es “bajo el agua”, casi nadie se chupa el dedo: si ves que dos en el mar no se despegan y hacen caras chistosas, lo más seguro es que estén poniéndole a la vista de todos.
…Pero los inconvenientes son:
Tres palabras: agua de mar. Suena muy bonito en la fantasía, pero si la llevas a la realidad te vas a topar con que el agua salada no es el mejor lubricante del mundo. Imagínate la rozada o hasta posible infección nomás por querer cumplir una fantasía à la Luis Miguel.