Con lentes, sin lentes, con manicure, pedicure, casquete corto, largo, mohicano, chino, lacio, alto, gordo, flaco, chaparro. Elige las características físicas que te resulten más atractivas y visualiza a ese ser celestial que te haría caer rendido a sus pies.
Ok, ahora imagina que lo tienes frente a ti. “Bue…”, piensas; no te provoca el menor suspiro. Es más, te resulta un poco desagradable.
“¿Y ahora? ¿Qué pasó? ¿No que era mi sueño hecho realidad?”.
Pues no. Resulta que el amor no sólo entra por los ojos (y por el estómago), sino también por el olfato. Si una persona no se siente atraída a alguien, a pesar de cubrir todos los requisitos necesarios, nomás no va a resultar. Nada, nicht, nothing, ni un poquito. Olvídalo.
¿No nos crees? Bueno, ‘ora verás:
Amor a primer olfato
El estudio realizado por Alan Hirsch, director del Smell and Taste Treatment and Research Foundation de Chicago, reveló que ciertos olores despiertan el interés en las personas.
Ese “no sé qué, que qué sé yo” se resume en una palabra: aroma, así de simple. Su investigación se dividió en diferentes etapas: la primera involucró a 25 hombres estudiantes de medicina a los que les ofrecieron esencias florales, perfumes y de roles de canela recién horneados. La segunda incluyó a 31 hombres entre 18 y 64 años que olfatearon 46 combinaciones de olores de comidas y perfumes. Y en la tercera participaron 30 mujeres entre 18 y 40 años.
En todos los casos se evaluó la respuesta de los participantes hacia estos estímulos y la influencia de estos olores en el flujo de sangre hacia sus genitales.
Curiosamente, el 40 por ciento de los hombres se sintió atraído hacia el olor del pay de calabaza y la lavanda; el 32 por ciento de los hombres se sintió atraído hacia la combinación de los aromas del regaliz negro y las donas; y el 20 por ciento, a la mezcla del aroma del pay de calabaza y de donas. La excitación de los chicos tuvo un menor impacto frente al olor de las palomitas con mantequilla, pues tan sólo al nueve por ciento les despertó la libido. Lo mismo pasó con el olor de la pizza y los roles de canela.
Ojo, esto no significa que estas fragancias se relacionen de inmediato con sexo (y aquí viene el dato más importante de toda esta investigación): Hirsch dice que funcionan más o menos como el alcohol, “quizás estos aromas reducen la ansiedad y eso los ayuda a desinhibirse”.
Este destacado neurólogo estadounidense también llegó a otras conclusiones, como que los hombres mayores se sienten muy atraídos hacia el aroma de la vainilla y a aquellos que tenían vidas sexuales muy activas les movía el tapete el olor de la lavanda y del refresco de cola.
Por su parte, las mujeres reaccionaron de forma positiva ante el olor del café, la lavanda, la vainilla, la ropa limpia y el pasto recién cortado.
Pero, ¿por qué pasa esto? Bueno, pues Hirsch asegura que los aromas detonan ciertos recuerdos agradables, sobre todo de nuestra infancia. Lo cierto es que tanto hombres como mujeres se sintieron a gusto con los más dulces.
Hirsch descubrió algo muy curioso: ningún aroma le apagaba el bóiler a los hombres, a diferencia de las mujeres. Ciertos olores, como el de la cereza, hacían que las chicas no se sintieran atraídas.
Un gusto olerte
Ahora bien, otro estudio realizado por el Dr. Ingelore Ebberfeld, de la Universidad de Bremen, publicado en el libro “Botenstoffe der Liebe – Über das innige Verhältnis von Geruch und Sexualität” (Frankfurt/M.: Campus 1998, pp. 252), reveló más datos sobre la relación entre el aroma de una persona y la atracción.
Para esta investigación participaron 432 personas (273 mujeres y 159 hombres). Se les preguntó sobre el olor de sus propios cuerpos y de sus parejas, específicamente la influencia que esto tenía sobre sus vidas sexuales.
La encuesta reveló que tenían una importante injerencia en la comunicación sexual. Por ejemplo, el 48.4 por ciento de los encuestados aseguró que el aroma de sus parejas los excitaba. De hecho, el 8.8 por ciento de los hombres y el 5.5 de las mujeres confesó haber olfateado una prenda de sus parejas para prenderse.
Otro dato que nos pareció muy peculiar es que todos los seres humanos tienen la capacidad de distinguir de dónde proviene el olor y el género de su propietario (que muchos tengan un poco dañaditas sus narices y no los perciban es otra tema). Esto hizo que los autores de la investigación hicieran referencia a las feromonas, que ayudan a regular la conducta sexual de los animales. La cosa es que el ser humano ha pasado por tantos procesos complejos de sociabilización, que las feromonas se están quietecitas y no nos alborotan tanto.
De igual forma, llegaron a la misma conclusión que Hirsch: al 76.4 por ciento de las personas las estimulan sexualmente ciertos olores.
El 26 por ciento de las mujeres señaló que el aroma de los cuerpos tras tener sexo era muy estimulante, mientras que el 43.4 de los hombres consideró que el olor de los genitales era mucho más atractivo. En resumen, el aroma de los genitales tras una sesión sexosa es más importante para los hombres.
Para las mujeres el olfato no es lo más importante después de echarse un quiebre, ya que como lo aseguran diferentes estudios publicados en la revista Archives of Sexual Behavior, de las Universidades de Michigan y de Albright en Pensilvania, Estados Unidos, las mujeres apelan más al contacto físico y a las muestras de cariño, más que a los olores. O sea que no se consideren machos alfa cuyas mujeres caerán rendidas por su aroma. Métanle algo de apapacho al asunto.