Aquí se vive en chinga. Así de simple. Te levantas, corres, tomas el metro, empujas a todos para poder entrar, inhalas, exhalas, inhalas, exhalas, o bueno, intentas respirar entre esa masa compuesta por seres humanos compactados por un vagón de ese anaranjado tren.
Al llegar con la ropa desgarrada a tu trabajo, tu jefe te grita por llegar tarde otra vez. Medio desayunas un café que sabe a calcetín y comienzas a darle que es mole de olla. Trabajas entre 10 y 12 horas diarias, así que cuando sales, a la única que te quieres tirar es a tu cama. Y nada más.
Pero… tu amorcito llama. ‘¿Nos vemos en la noche?’, te pregunta con voz chenchualona. Pos… total, hay que desestresarse.
Tener una pareja en el DF es una cosa única. Hay que superar varios obstáculos o disfrutar de las mieles de esta bella ciudad. Y por eso, porque somos unos investigadores empedernidos del amor, te enlistamos algunas:
El amor muere después del Periférico
O de Viaducto, Circuito Interior o Calzada de Tlalpan. Cuando uno conoce a alguien es indispensable conocer su código postal. Porque la neta: eso de echarse dos o tres horas en el tráfico para hacer la visita conyugal reglamentaria, está peliagudo.
Sí, está chido que hayas conocido a tu media naranja en la fiesta de Paco, pero el cochino tuerce el rabo cuando piensas que te tienes que aventar el recorrido diario a su casa. Y pensar en vivir juntos tampoco es la solución, así que mejor alguien con quien no seas tan compatible, pero que viva cerquita. Y sanseacabó.
Dos elefantes se columpiaban…
Además de las distancias que hay que recorrer, está el inminente tráfico. Te la puedes pasar cantando todas las canciones del radio, tus cd’s y las de tu infancia y pareciera que ni siquiera el viento sopla porque de plano nada se mueve. ¿Tu pareja vive en una zona muy transitada? Podrías pensártela dos veces antes de comenzar a andar con ella.
El gentío
El nivel de dificultad para que puedas conocer a alguien es pecata minuta en el DF. Sólo basta con salir a un antro, bar o hasta en el metro para poder enchufarte con alguna personita que haya hecho que cascabelees. Por gente no paramos, así que no puedes decir que no has conocido a tu media naranja porque no hay nadie adecuado para ti. Más bien no te has puesto a buscar en el lugar correcto.
La variedad
Los planes jamás se acaban. La monotonía en una relación puede ser realidad en cualquier otra parte del mundo excepto aquí. Ya sea que quieras ir al cine o participar en una fiesta swinger en algún bar que organice el evento, cualquier cosa es posible. ¿No tienes dónde planchar? Bueno, pues encontrarás los mejores y los más variados moteles. No hay pretexto para el aburrimiento.
¿Tu casa o mi casa?
Bah, la de los dos. Irse a vivir juntos ya no es un tabú. La mayoría de las parejas que viven en la capital optan por rentar juntos un departamento, pues así matan dos pájaros de un tiro: se ahorran unos centavos y tienen a su peoresnada a unos cuantos centímetros en su propia cama, listos para el cadereo cuando se presente la ocasión.
Vende caro tu amor…
Si de plano no encuentras a nadie, también hay opciones para echarse unos tiros con quien ofrezca sus servicios. Y no, no se azoten ni se persignen, existe y a muchos les late esa onda. No es para que se alarmen.
El ligue
Vas a un antro o a un bar o simplemente te encaprichas por ligarte a esa persona de tu trabajo o de la universidad. Cruzas miradas, sonrisas y ¡zaz! Ya está en tu mesa. El ligue es algo sencillo para ti y tus cuates/amigas. Sólo basta con tener un objetivo meta, afilar las garras y zarparse. Aquí no nos rajamos, encaramos y ligamos de forma frontal. Claro, de repente hay despistados que les entra la timidez, pero fuera de esas excepciones, la mayoría son aventados y directos.
Así que ya saben, el amor se vive de forma intensa en nuestra querida capital. Aquí no nos cuentan, vamos a lo que vamos, sin rodeos y con las metas bien fijas.
¿A poco no?