Si alguna vez han ido a terapia, habrán escuchado que la forma –cuando menos la más efectiva- de superar un miedo, es haciendo justo eso que tanto miedo te da. No sé ustedes, pero a mí me funciona… una vez que lo haces, se disipa aquello que tanto te asustaba.
Hace poco, puse en práctica este sabio consejo y resulta que cuando enfrenté algo que –según yo- me daba mucho miedo, me di cuenta que no me asustaba tanto, es más, hasta resultó placentero hacerlo… ¿Alguna vez les ha pasado algo similar?
Es decir, enfrentan algo que según ustedes les daba mucho estrés/miedo/ansiedad/agobio, para darse cuenta que en realidad a lo que le tienen miedo es a algo completamente diferente y que ni siquiera estaba en su rank 5…
En ocasiones cubrimos el miedo verdadero con uno que funciona como distractor, para no tocar el verdadero sentimiento; que generalmente tiene que ver con una tristeza o profundo dolor.
A veces, es muy difícil deshacernos de algo con lo que hemos cargado por tanto tiempo, que además, de una u otra manera nos ha mantenido a flote.
A veces, es muy difícil deshacernos de algo con lo que hemos cargado por tanto tiempo, que además, de una u otra manera nos ha mantenido a flote. Es como cuando nos compramos la idea –a nosotros mismos- de que somos tímidos, por ejemplo y vivimos muy atormentados porque somos o cuando menos, creemos que somos tímidos… ¡porque así hemos sido desde que íbamos en la secundaria! Pero no sé si les ha pasado, que de pronto, platicando con alguien, le externamos esa sensación de timidez y se echa a reir y contesta algo así como: “¿Tímida(o) tú?, Por favor, no me hagas reir”.
Claro está, nos enojamos y nos sentimos mal porque realmente “creemos” que somos tímidos… pero en realidad, si nos ponemos a analizar nuestro comportamiento, nos damos cuenta que tan introvertidos como creemos; no somos. Pero es que, estamos TAN acostumbrados a la etiqueta, que sentimos que sin ella dejamos de SER. La necesitamos para sentirnos a gusto con nosotros(as) mismos(as), sino tendríamos que aceptar que tal vez, tan penosos(as) como creemos, no somos y eso traería una consecuencia completamente distinta a nuestra vida, para la que tal vez… no nos sintamos tan preparados(as).
Deshacernos de una “etiqueta” no es cosa fácil, se necesita mucho valor para aceptar y asumir que no somos eso que tanto tiempo hemos creído ser. Por ejemplo, con las enfermedades es muy claro… nos las colgamos como si fueran un orgullo. “Ay no, es que yo no puedo porque soy (pongan aquí la enfermedad que más les guste)”Eso nos hace sentir especiales, nos da una ganancia secundaria que muchas veces no estamos dispuestos(as) a soltar. Lo mismo pasa con las “etiquetas” emocionales… todos los “soy (pongan aquí el adjetivo calificativo que más les guste” nos encasillan y no nos dejan SER, tapan al verdadero yo temeroso de asomarse.
¿Alguna vez han pensando cómo serían sino fueran “eso” que creen que son? ¿Cómo sería su vida? Ahí se los dejos de tarea…