Denisse, quien también asistió a la fiesta, es hija única. Con 60 kilos y 1.68 metros, se considera gorda, pero sabe que aun así tiene “pegue”. Sus padres sospechan que es una “libertina”. «La tenemos controlada — dice su papá, ministro cristiano y especialista en derecho ambiental —. Si me sale embarazada la corro de la casa.»
No platican con su hija sobre sexo. La única indicación que le han dado es no practicarlo. Le conocen un solo novio y según la joven, no les caía bien porque tenía cara de “pervertido”. «No me importa lo que me digan ellos (sus padres) yo voy a hacer lo que quiera», reta Denisse.
Hace un año le detectaron quistes en los ovarios. Desde entonces, es de las pocas que va constantemente al doctor. Tuvo que tomar hormonas y por tanto se cuida al tener sexo. Depende de ella: «Muchas veces no quieren ponerse el condón por la peda o las prisas y dicen que me tome la pastilla del día siguiente, pero me mareo mucho cuando la uso.» Por lo menos una vez a la semana la toma, a pesar que es sólo de emergencia y el propio medicamento advierte sobre los daños que puede causar su uso excesivo. «No creo que me haga daño y ha salido efectivo.» En su bolsa carga con una cajita de Norlevo, escondida en un estuche en el que guarda también toallas femeninas y tampones.
«¡Las pastillas las toman como si fueran chochitos, no están consientes del daño físico que esto les puede provocar y para colmo les vale!», exclama la terapeuta Ortiz Tirado. En su opinión, el índice de embarazados no deseados es prácticamente igual al de hace 20 años, a pesar de los avances tecnológicos, los cambios sociales y la cultura de la prevención. La diferencia es que «antes era algo sucio, hoy es la moda.»
En un sondeo informal realizado por esta reportera afuera de colegios particulares, tres de cada diez jóvenes comentaron que nunca han utilizado protección porque no quieren tomar pastillas y porque su pareja se niega a utilizar condón. Rocío, la anfitriona de la fiesta en al calle de Alpes, dice que sin condón no tiene relaciones sexuales. «La verdad, no sé nada de anticonceptivos y sólo se que los “globitos” son los más efectivos y así no la riego con un hijo o una enfermedad.»
LOS PAPÁS EN SU BURBUJA
Luego de fiestas continuas todo el fin de semana, Rocío y Michelle tienen que estar en la escuela el lunes a las 7:15 de la mañana. A pesar de la cruda, en menos de 20 minutos, las jóvenes que a penas un día antes bailaban semi desnudas se convierten en alumnas ejemplares. Usan el uniforme del colegio (una falda a cuadros que les llega por debajo de las rodillas), se peinan de cola de caballo, no llevan una gota de maquillaje. No parecen cansadas.
Durante la clase de química Michelle se queda dormida, pero más tarde, a la hora del descanso, se reúne con sus amigas para chismear.
—¿A cuántos te tiraste ayer? —le pregunta Alejandra.
—Sólo a Jonathan— dice Michelle—. Tuvo suerte este fin de semana. Le tocó dos veces, pero ya me aburrió —se come unos Rancheritos.
Michelle perdió la virginidad a los 14 años. Fue la primera entre sus amigas. Recuerda que le dolió mucho, pero tras varias experiencias se adaptó a una vida sexual activa. Ya perdió la cuenta de cuántas parejas ha tenido. Es la líder de su grupo y todas sus amigas la admiran porque es muy segura de sí misma. Nunca ha tenido un novio serio básicamente porque cree que no tiene caso a esa edad: «sólo quiero divertirme.»
A pesar de las constantes fiestas, Mich no descuida la escuela, nunca falta, hace sus tareas y participa en los eventos académicos. Tiene 9.4 de promedio. Alberto y Josefina son padres de Michelle y de su hermana mayor, Gabriela. Están completamente seguros de que ella es virgen, porque confían en haberle dado la mejor educación. Tiene todo lo que quiere: un Peugeot 206, ropa a la moda, permisos para salir, mil pesos a la semana. «Le inculcamos muy buenos valores y ella es muy inteligente, nunca haría nada que nos defraudara —afirma Alberto doctor especializado en ortopedia en Médica Sur. Me preocupa más que se drogue o que tome mucho, pero ella se controla. Sabemos que sí bebe alcohol pero lo normal. Tiene amigas muy decentes y siempre le hemos dicho que aquí no se le va a permitir que se drogue.» Nunca han platicado de sexo con ella: dan por hecho que en la escuela le han enseñado todo lo que necesita saber. Por su parte, Mich les ha dicho que no piensa tener sexo hasta que se case. Sus padres viven en una burbuja que ella misma ha creado. Les ha hecho creer que el sexo no la obsesiona. «No tengo por qué contarles de mi vida, no la entenderían y sólo me juzgarían. Es mejor que piensen lo que ellos quieran y así todos nos quitamos de problemas.»
Cuando ve con ellos películas que contienen películas con escenas sexuales, hasta finje que se escandaliza.
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