El primer día de clases lo viste entrar al salón. Ah, canijo, te despertó durísimo la… atención. ¿Cómo es posible que te vengo a conocer a estas alturas de la vida? Así que ni tardo ni perezoso lanzas el zarpazo y comienzas el ataque.
Le invitas a un café, lo ayudas a estudiar, la acompañas a su coche. Haces todo tipo de artilugios para que descubra el bocatto di cardinale que eres.
Conforme pasa el tiempo, te das cuenta que te da largas para que haya algo más. Ya aguantaste vara un buen tiempo y, seguramente, ya se dio cuenta de tus lujuriosas intenciones. Pero hay algo que ella/él que te hacen pensar que esto será así por siempre. Yo tan poesía ya y tú tan puro cuento.
Jamás habrá sexo. Nada. Ni lo imagines. Nunca sucederá. ¿Por qué? ¿Qué hice para merecer esto? Dímelo, Dios, quiero saber.
Contacto del tercer tipo
No se siente cómodo con el contacto físico. Por más que le quieras quitar una pelusa de la blusa o le pongas la mano por la rodilla para agarrar un vaso de la mesa, él/ella esquivan tus movimientos cual Neo en la Matrix.
Jamás a solas
Lo invitas a tu casa a estudiar o a ver una película en Netflix. Al darse cuenta de que no hay nadie más, te pregunta si puede invitar a sus cuates para que los acompañen y pidan una pizza juntos. Te pone de pretexto que así se dividirá la cuenta y será menos lana, pero la realidad es que le huye un poquitín a estar a solas contigo en un territorio que no es el de él.
Sale, bye
Una buena forma de darte cuenta si habrá algo más es intentar darle un beso. Si te esquiva, voltea la cabeza (sutil o salvajemente), esto no sucederá. Invadiste su espacio personal y se sintió agredido, mas que seducido. Así que sacúdete esas ideas pornochonas que invaden tu cabeza cuando estás con él/ella.
¿Un traguito?
Lo sabemos: el alcohol hace que uno afloje las carnes y que todo fluya. Sin embargo, jamás ha aceptado ir a tomarse una cerveza a solas contigo. De hecho, en una ocasión te dijo que el alcohol lo pone más querendón/a, así que cuando le haces la inocente propuesta, te dice que prefiere ir a tomar un café a esa cafetería aburrida de la esquina.
Tú, el más fiel de mis amiguis
Una cosa es el lenguaje corporal y otra es que te la suelten sin avisarte. Si de plano te dice que eres su amigo fiel, ya valió. Y ojo, esto significa que tampoco serás su amigo con derechos. Definitivamente no le atraes en ese plano, simplemente le caes muy bien y quiere que seas su padrino (o dama) en su boda. Pero de eso a que tengan noches de placer sin fin, está muy difícil.
No eres su tipo
Sabemos que esto puede cambiar, que uno se puede llegar a inclinar por una persona que no cumple con nuestras expectativas físicas para que se nos antoje, pero no siempre sucede. Puede ser que le gusten altas y esculturales o que le gusten chaparritas llenitas de sabor y si tú no eres ni una ni otra, quizá no encajes con lo que él/ella quiera poner a brincar en su colchón.
Sin comentarios
Te pusiste tus mejores trapos. Hiciste todo lo posible por lucir bien acá. Por más que te pongas tu loción de camisa semi abotonada o ese perfume que te regaló tu tía, que dice que contiene feromonas, no afloja ni un comentario respecto a tu apariencia. Esto es así: si algo se te antoja, se ve. Cuando quieres comer unas enchiladas verdes y te ponen un plato enfrente, seguro estarás como perro de Pavlov, pero si te ponen un plato de ensalada, sólo harás muecas. Si esa persona no quiere tener algo sexoso contigo, se verá así.
Te habla de sus ligues
Probablemente no haya algo más penoso y doloroso que escuchar al que quieres que te dé servicio de afinación y mantenimiento hablar sobre sus noches de pasión. Te cuenta cómo fue, con quién fue, qué se le atoró y qué fue lo que no le gustó. Cuando uno se quiere cenar a alguien, evita contarle detalles íntimos sobre las sesiones de sexo que se echó la noche anterior. Es el equivalente a salar la comida.
Esquiva el tema
Una de las mejores cosas del sexo es hablar sobre él. Que si leíste sobre alguna nueva técnica, que si te gusta arriba, abajo, a un lado, al otro. A diferencia del punto anterior, si accede a hablar sobre sexo (de forma general, sin hacer referencia a alguien en específico), no vas tan mal. Cuando uno toca el tema, puede tantear el agua a los elotes y darse cuenta de lo que la otra persona puede llegar a querer contigo. No está de más sacar el tema, casual.