[Nota del editor: Lo aquí publicado está basado en hechos reales, pero algunos nombres y situaciones han sido cambiados para proteger la privacidad de terceros. Los puntos de vista aquí expresados no necesariamente reflejan la opinión de Chilango o de Grupo Expansión.]
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Me dio mucha risa. Un gringo –que además de fuck buddy era buen amigo– se escandalizó al enterarse que era parte de mi lista telefónica quasi anónima de la cual me siento un tanto orgullosa (Jake El Gringo) y de la que les hablé hace unas semanas.
Ahora resulta que ellos también tienen corazoncitos. Algunos se enculan. A la mayoría no les gusta ser objetivizados. Pero, en general, a los hombres les importa lo mismo que a mí: poco.
Si pienso en los hombres que he tenido en mis encuentros sexuales en México les diría que hay de todo: algunos son cariñosos y otros me tratan como una muñeca inflable. La verdad, ambas variantes me agradan.
Me pregunto si existe una especie de código de respeto, o si a los mexicanos los educaron muy bien, pero rara vez se han portado como patanes.
Me han tocado los que lo tienen tan grande, que al día siguiente no puedo ni caminar correctamente. Quienes lo tienen más pequeño suelen ser mejores en sexo oral y más entregados, en general.
Están quienes se quedan dormidos justo después de terminar, los que quieren hablar y muy pocos se quedan a desayunar –rara vez les permito dormir en casa.
Es curioso: muchos de los latinos investigan, discretamente, si son los únicos en mi vida –o en mi cama. Una gran parte manda un mensaje en las doce horas siguientes (el típico: `me la pasé muy bien, a ver cuándo nos volvemos a ver´). De hecho, casi nunca son un simple one night stand; al menos repetimos un par de veces.
Realmente me pregunto si existe una especie de código de respeto o si a los mexicanos –y a los extranjeros con los que he cogido por acá– los educaron muy bien, pero rara vez se han portado como patanes (acto más frecuente en Colombia, en Francia y en Estados Unidos, según mis experiencias). Lo cierto es que ambas partes sabemos a qué vamos. Las cosas se hablan muy claramente y en ningún momento hay promesas, mentiras, ni expectativas.
EL PRÓXIMO JUEVES me voy a quejar con ustedes de la injusta diferencia que hay entre hombres y mujeres a la hora de hablar de sexo y por qué estoy convencida de que el problema chilango está en que los chicos opinan demasiado y las chicas lo hablan muy poco. Acá l@s veo.
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