[Nota del editor: Lo aquí publicado está basado en hechos reales, pero algunos nombres y situaciones han sido cambiados para proteger la privacidad de terceros. Los puntos de vista aquí expresados no necesariamente reflejan la opinión de Chilango o de Grupo Expansión.]
La imagen que yo tenía de México era la que comparten muchos extranjeros antes de llegar: la de un país conservador, anticuado y machista. Descubrir que el aborto y el matrimonio gay eran legales en la capital chilanga fue para mí una auténtica sorpresa.
Hoy que empiezo esta columna para Chilango tengo 26 años y he cogido con más de 100 personas diferentes (sólo dos han sido mujeres). Mi primera vez en México fue con un diseñador publicitario, el clásico `amigo de un amigo´. Nunca me pareció un tipo atractivo, ni siquiera interesante. Él se esmeró y, al final, me hizo venir un par de veces en menos de veinte minutos.
Aunque parezca redundante, soy una hedonista integral. (No estoy tan segura del término ninfómana porque creo que yo sí me puedo controlar. Pero va… es todo un rollo explicar esto en una conversación en corto y, para fines prácticos, casi siempre acabo aceptando que lo soy.) Y es que me gusta el placer inmediato y a montones.
Hoy que empiezo esta columna para Chilango tengo 26 años y he cogido con más de 100 personas diferentes.
Mis fuck buddies se encuentran reunidos en una categoría de contactos en mi celular: El fresa, El vándalo, El payaso, El astrólogo, El feo, El italiano, El quinto, El tapatío… Sólo es cuestión de marcar. A estos se les suman los conocidos de Tinder (una app que me ha sido de gran utilidad) y que comparten un apellido común: la letra`T: Agustín T, Daniel T, Eduardo T, Estefano T, Ross T, Pierre T, Rafael T, Javier T, Sergio T, Tomás T…
En la cama (o en la regadera, en la mesa, en el sillón, en el piso…) lo hago casi todo. Les confieso que no soy amante del sexo oral; por alguna razón me parece un acto mucho más íntimo que una cogida `normal´ así que sólo lo hago con compañeros regulares (ahora que… cuando estoy borracha, es otra historia). Las dos maneras en las que llego al orgasmo con más facilidad son con el tradicional misionero y con la penetración anal (ok, soy mujer de extremos). Sólo tengo una regla de oro: siempre lo hacemos en mi casa. Al saber que ahí están los polis y el roomie me siento mucho más segura; además, es `mi territorio´.
Prácticamente cada vez que recibo en casa a un `tinderamigo´ prendo un porro (o más bien el bong, seamos honestos, con marihuana sembrada por una vecina para no contribuir al tema del narco) para que todo fluya mejor. Sí, todavía me pongo un poco nerviosa –especialmente cuando son absolutos desconocidos. Yo calculo que las visitas se llevan a cabo regularmente, un par de veces por semana.
Las drogas fuertes las dejé cuando me mudé de París. Ahora me limito a la marihuana y, muy de vez en cuando, me meto algún estupefaciente que ayude a fiestear. De hecho, desde que llegué a México me ha impresionado la cantidad de cocaína que se consume en esta ciudad, especialmente en las clases altas –pero a eso ya no le hago porque me gusta demasiado.
¿Que por qué llegué a la recientemente rebautizada Ciudad de México? Bueno… eso se los voy a contar la próxima semana. Hasta entonces.