Solo las lenguas muertas se mantienen iguales | CHILANGO PARA TODES
El español por estar en boca de todes muta, se transforma y cambia. Detrás de una letra que cambia se manifiestan las personas con todas sus necesidades, intereses y pulsiones.
Por: Redaccion Impreso
Vía: Paulina Chavira
La consigna “Lo que no se nombra no existe” se usó en muchos manuales de estilo de la década de los 90 para luchar contra el sexismo en nuestra lengua, en especial los que se buscaban que se visibilizara a las mujeres. Pero en la actualidad vamos un paso más allá: el lenguaje inclusivo o incluyente es una forma de expresión que quiere visibilizar a todas las personas en cuanto a su expresión de género. ¡Tantas y tan diferentes expresiones han quedado detrás del masculino genérico! Y no, no se trata de una moda reciente o una inquietud que surja apenas ahora. Desde los años 60 el movimiento feminista estuvo empujando para que las mujeres fuéramos nombradas.
El lenguaje inclusivo no binario tiene su historia: no es una moda
En realidad responde a la necesidad de incluir a absolutamente todas las personas, y ese acto, que con una palabra cambia todo, revoluciona en muchos sentidos los vínculos y desde el respeto nos presenta una nueva perspectiva y empatía.
Una de las facetas más interesantes del lenguaje inclusivo es que se trata de una muestra de la maleabilidad de nuestra lengua: solo las lenguas muertas se mantienen iguales… ¡y el español está más vivo que nunca!
En nuestro presente el lenguaje sexista-binario se comenta y discute, y muchos grupos lo han tildado de incómodo e incluso de inaceptable por esa dimensión obsoleta de binarismo donde la dualidad no llega a representar la riqueza de la diversidad humana. Cuando de género se trata, nuestro idioma tiene dos maneras de manifestarlo: femenino y masculino.
Pero lejos de ser dos puntos fijos, la expresión de la identidad humana ofrece diversas posibilidades que merecen ser nombradas, reconocidas, y que además enriquecen en todos los sentidos esas conversaciones y discusiones antes mencionadas. Entre ella y él existe un espectro de realidades que las formas del lenguaje binario no llegan a expresar; el movimiento por el lenguaje inclusivo buscar posibilitar que estas múltiples existencias se manifiesten y se sientan representadas en el uso del lenguaje.
Una cuestión de representación
El lenguaje inclusivo busca dar representación a grupos o colectivos históricamente invisibilizados por las formas patriarcales del lenguaje: mujeres, personas LGBTIQ+, personas con discapacidad… múltiples voces que reclaman su representación y rechazan las formas en que son nombradas (o borradas). Por eso estas reivindicaciones tienen mucho de activismo y lucha social en esferas que exceden al lenguaje en sí mismo.
En los años noventa se escribieron muchas guías para evitar el sexismo en la lengua. Quizá la recomendación más conocida era la de usar tanto el femenino como el masculino cuando se hacía referencia a un grupo: los ciudadanos y las ciudadanas. También los niños y las niñas; los y las estudiantes. Sin embargo, este camino nos mantiene en un plano binario (masculino-femenino) que no considera la diversidad sexual, que sin duda se ha hecho más evidente y que desde la década de 2010 busca más espacios de expresión.
Más allá del binarismo
Precisamente para salir de ese plano masculino-femenino y considerar la diversidad de expresiones y orientaciones de género, se recurre al lenguaje inclusivo no binario. Hay quienes usan la x en lugar de la o o la a, pero la falta de un consenso para pronunciar esta letra entre consonantes hace que muchas personas la acaben pronunciando como una e.
Crecimos con lenguaje binario, en específico masculino. Hasta ahora, todos los hombres de la RAE, los grandes lingüistas y autoridades en el idioma español, han escrito lo que “está bien y mal” desde su lente patriarcal. Pero cuidado si una mujer o cualquier otra identidad se atreve a pisar este territorio, porque tendrá que soportar las consecuencias: la desconfianza, la burla, el hostigamiento y la desacreditación. Pero es necesario decirlo: más allá de la academia, ¡aquí estamos, nos hacemos presentes y elegimos nuestros (pro)nombres!
La famosa e tiene su historia
Ya en 1976 el español Álvaro García Meseguer, profesor, escritor e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, exponía el sexismo en nuestra lengua o de quienes dictan qué es correcto en ella, en la que se considera natural, por ejemplo, que el masculino sea la alternativa para referirse a un grupo mixto: diez mujeres y dos hombres resultará, naturalmente, en decir todos.
Bueno, pues hace 45 años García Meseguer ya proponía que lo correspondiente sería decir todes. Así, encontramos en el uso de la e una buena solución, fácil de leer y de pronunciar, para expresarnos sin pluralizar en masculino y para referirnos a las personas no binarias (quienes no se identifican con el género masculino o con el femenino o no solo con estos).
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