Cuando desperté, el tianguis ya estaba ahí (parte IV) | Razones para amar los tianguis
n viaje sociohistórico tripulado por este cronista contemporáneo que desmenuza el tianguis desde sus entrañas para revelar usos, prácticas y ofertas de este fenómeno cultural e identitario de la CDMX. Este cuarta y última entrega el autor nos regala sus reflexiones finales pero no terminales sobre los tianguis en nuestra ciudad.
Por: Redaccion Impreso
Vía: Isaac Torres
EL SITIO HACE AL TIANGUIS
El sitio hace al tianguis. Si el tianguis está en la Del Valle va a ser más caro que si está en la Doctores. El tianguis de La Lagunilla y su vocación para las antigüedades tiene mucha relación con ser una de las zonas más viejas de la ciudad. Donde cada tanto las viviendas se reciclan y los muebles y chácharas adquieren la dimensión de reliquias. Después del temblor de 1985 el tianguis de La Lagunilla tuvo un boom paulatino que se consolidó en los 90. Muchas cosas que se ofertaron como antigüedades provenían de viviendas que tuvieron que ser desalojadas. Si vas entre semana, en la calle de Comonfort puedes echar un vistazo en algunas bodegas y talleres donde se guardan verdaderas maravillas.
Una historia parecida tiene el tianguis de El Salado; conectado por una secuencia de colonias en línea recta con el Bordo de Xochiaca. Y ahí la basura de unos se convierte en el tesoro de otros. En El Salado, aquello que tiraste alguna vez tiene una segunda oportunidad de volver a la vida útil y hay merca desde los cinco pesos. Seguro ese peluche que un día tiraste, aquí volverías a comprarlo.
La personalidad de un barrio/ La Personalidad de un tianguis
El tianguis del músico y de instrumentos musicales de Taxqueña es una invención del Sindicato Único de Trabajadores de la Música, cuyas oficinas centrales se encuentran justo donde están el Tianguis y el Gran Forum, sala de baile y de conciertos donde han desfilado los mejores de la salsa. No me extrañaría que una trompeta de Willie Colón circulara entre los tesoros del tianguis.
En el minitianguis de los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras y del corredor de las facultades, que conecta el Metro Copilco con Ciudad Universitaria, puedes encontrarte con todo para armar tu propia revolución, desde El capital de Karl Marx hasta ese documental de Werner Herzog que no sabías que existía y por supuesto la playerita del Che Guevara o la del sub Marcos a. k. a. comandante Galeno. Puedes conseguir igual una hamburguesa vegetariana, y si te ves de fiar a lo mejor hasta te ofrecen de postre un brownie con truco.
EL TIANGUIS DE MIS DÍAS
La Ciudad de México a lo largo del siglo XX transitó de una modernidad posrevolucionaria llena de ideales a una posmodernidad neoliberal llena de inequidades. Con su expansión a través del concreto se formaron barrios tras barrios que expandieron la mancha urbana en todas direcciones.
Colonias como el Pedregales de Santa Úrsula y el Pedregal de Santo Domingo en el Sur; Santa Cruz Meyehualco en Iztapalapa o el Olivar del Conde en el Poniente. Formaron sus propios tianguis y los hicieron crecer al grado de ser hoy puntos de referencia para comprar todo tipo de productos; desde alimentos hasta juguetes, chácharas, fayuca, ropa de marca y tecnología.
Hasta antes de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio, durante la era salinista, tener acceso a mercancías de importación era relativamente difícil. Las pacas de ropa y tenis traídas “del otro lado” y la circulación de fayuca de la China comunista que comenzaba a abrirse al comercio exterior; a inundar el mercado del madeinchina surtieron los tianguis y los volvieron absolutamente necesarios para una generación que veía muy lejos la global Ciudad de México de nuestros días.
Meidinchaina
En poco tiempo los new Mexicas aprendieron de los chinos y se inventaron el madeintepito y madeinpinosuarez. Haciendo todas las marcas globales posibles accesibles al bolsillo de la economía chilanga.
El sismo de 1985 tiene un papel fundamental en la historia de la ciudad y en la de los tianguis también. Varios sectores de la ciudad, en particular los del centro, se organizaron en comités, asambleas y movimientos populares que primero reclamaron vivienda y después trabajo. Unos decían ser damnificados del temblor y otros se asumían como damnificados de la vida.
Los liderazgos de estos movimientos vieron en ellos la posibilidad de construir una economía informal que, con la fuerza que adquirió la sociedad civil a raíz de aquellos eventos, consolidó corredores comerciales de tianguis infinitos a lo largo de las calles de la colonia Morelos y el Centro Histórico. Luego estos se volvieron base electorera y carne de cañón para luchas políticas intestinas en las que se disputa el control y usufructo del suelo.
Los tianguis como ejercicio político
Hoy en día, indagar sobre quién tiene el control de los tianguis y adónde llega el dinero que se recolecta en ellos puede llevarte a un lugar tan oscuro como una fosa de cocodrilos. En el tianguis siempre podemos encontrar lo mismo pero más barato, aunque, como diría don Juan Villoro, lo que ahí se consigue es único pero ha llegado por vías cuestionables (El vértigo horizontal, Almadía, 2018).
En el tianguis nos permitimos ciertas licencias. El tianguis en sí mismo es un ejercicio político, una intervención urbana, una ocupación del espacio público, una economía sin impuestos y sin precios fijos, pero también es una zona de diversión y un punto de encuentro. Un lugar surrealista donde la experiencia estética se junta con el goce del paladar y ayuda a activar la economía de una familia chilanga que siempre agradecerá tu compra y te pedirá que vuelvas pronto.
¡Nos vemos en el tianguis!
Si quieres conseguir la Chilango de febrero “Razones para amar los tianguis”, puedes encontrarla en Starbucks, Sanborns, puestos de revistas y aeropuerto. O también puedes leer online nuestros especiales haciendo click aquí.
Cuando desperté, el tianguis ya estaba ahí (parte III) | Razones para amar los tianguis