CERRADO DAlfredos
Álvaro Obregón No.112
Col. Roma Norte, Cuauhtémoc
Tel. 5584-1412
Lun-Sáb 13-00 hrs la cocina, el lugar hasta que se vaya el último$350 - $350Tal vez entres con algo de temor al ver un grupo de jóvenes celebrando desde temprano. Pero lejos de comportarse como muchos hombres cuando andan en manada, los que ahí acuden te invitan a pasar como cuando invitas a un amigo. El detalle de “un lugar cool de cuates” da confianza. El mobiliario quizá sea de cuando inauguraron el restaurante que, según la hostess, fue el mismo día que el hombre llegó a la luna. Al entrar en D’Alfredos, se siente como si el tiempo se hubiera detenido, ya que el pianista/cantante o pareja de bailarines de tango te transportan a épocas de Mauricio Garcés. El lugar tiene un cierto parecido a la onda de los famosos restaurantes SEP’s de la Condesa. El trato es lindo, esmerado y de buena gana, los meseros están pendientes de que te sientas como parte del lugar, como si fueras un cliente asiduo. La carta es amplia, tiene varias especialidades. Si vas con hambre puedes ordenar el salmón, que viene entero, cortado en filetitos y marinado con aceite de olivo y salsa inglesa, y con una guarnición de un tipo de ensalada rusa, bastante buena. El salmón es ahumado, por ello es algo saladito, pero te traen cebollitas cortadas en rodajas con chilito verde que no pica tanto y revuelto con salsa inglesa queda una salsita muy combinable con el sabor fuerte del pescado. Otra buena opción es el abulón, que tiene muy buena pinta y es un platón sustancioso que uno mismo condimenta. Si los mariscos estuvieran un poco más frescos realzarían muchísimo los platillos. Para comida del mar, es recomendable brindar con un vinito blanco mexicano de la casa Domecq; algo dulce, afrutado, rico si andas complaciente. La carta también ofrece algunos cortes como el filete a la pimienta o manitas a la vinagreta que es otra de sus especialidades y se acaban rápido. Es un buen lugar para salir de los ambientes a veces snobs de la Condesa o Polanco. Aquí te encuentras con gente real, desde el oficinista que olvidó regresar a trabajar, hasta la parejita de ancianos enamorados.