Bajo nuestra ciudad existe otra ciudad: la del jazz. Este lugar rescata la idea del clásico reducto experimental. Si bajas y te metes, luego de un cortinaje se te aparece el Zinco Jazz Club, Sólo para conocedores. Ubicado en el sótano de un viejo banco del Centro Histórico, todavía pueden verse las gigantescas bóvedas de acero que hoy forman parte del encanto escénico. La luz tenue, las mesas dispuestas al frente de un pequeño escenario por el cual han pasado los mejores exponentes del género, nacional y extranjero, unas barras donde poder tomar alguna chela o comer algún taco, un piano de cola, sombreros y humo de cigarros, son unos de los tantos atractivos de este lugar, que sin dudas, perdería su encanto si no fuera pequeño. Su logro es convencerte (aunque a veces no suceda), de que verás algo singular. La onda es empezar con una cerveza. De comer tienes una bruschettas con tomate y mozzarella, para ir haciendo tiempo en tanto se larga el show. Son unas tapas muy sencillas pero efectivas para lugares como estos, donde vienes a escuchar más que a comer. Luego, para seguir con la onda pídete unos taquitos de arrachera marinada, muy sabrosos, con la carne bien preparada y sazonada, aunque las porciones son pequeñas comparadas con los precios. Cuando termines ya habrá comenzado la música. Hazle honor al jazz pidiendo un whisky (hay de los mejores) y prepara la pierna, porque la sacudirás, al ritmo, toda la noche.
Hazte una escapada a este sótano, donde todo puede pasar cuando menos lo esperas.