Acapulco recibió de regreso al festival Trópico 2021 que ha tomado su playa como tormenta todos los diciembres —exceptuando el 2020, claro— desde 2013. La espera fue larga y tortuosa. La urgencia por retomar los festivales que obligan a salir de la CDMX se hizo notar entre las 10 mil personas (a ojo de buen cubero); que buscaron celebrar la vida en la playa del Pierre Marqués.
El ambiente se cocinó por sí solo sin la necesidad de meter preámbulo o, siquiera, escuchar música; vi a personas festejar eufóricamente solo que habían llegado a la tierra prometida el viernes por la tarde. Pronto, empezó el primer set con Magic Dolphin Club en la alberca del hotel, tocando remixes cagados pero divertidos de “Another Brick in The Wall” y clásicos de los 80. Solamente era el atardecer del primer día y ya era evidente que la banda estaba lista para hundirse en la arena del mar y dejarse llevar por la vibra de Acapulco.
Bailes, bailes y algo más de bailes
Con seguridad, para las 9 de la noche del viernes, la fiesta había invadido a cada ser humano en el festival. Nadie se quería perder el primer Trópico desde que la pandemia lo suspendió momentáneamente. Y no solamente fue el caso de los que fueron a disfrutar, las bandas decidieron estar a la altura de lo que se esperaba de ellos; todos los escenarios rebotaban con los pies y los bajos que hacían una cúpula intocable de ánimos en conjunto por iluminar lo que, para muchos, ha sido un año extraordinariamente oscuro.
Las bandas llegaron sin titubear para reclamar su pedazo de territorio; fuera en la playa, pasto o un pequeño “bosque”, si se le puede decir así. Escondido detrás de la última torre del hotel. Eso, hasta que llegaron Kerala Dust y Mi Banda el Mexicano para definir, a su propia manera, que aquí se baila cualquier género. Con cadencia, sin gracia o con pasos ensayados, pero a fuerza se baila.
Fue particularmente sorprendente el orgánico cambio entre las profundas líneas de bajo y sintetizadores del trío londinense con la tecnocumbia sinaloense. Como si fueran hermanos que debían estar juntos por poderes mayores a los de un solo festival. Apropiadamente, la audiencia respondió gritando hasta que no pudiera dormir una persona en toda la bahía.
Los Headliners
La vara quedó alta el viernes con un DJ Tennis rabioso por reventar tímpanos. Pero el sábado, guardando celosamente las presentaciones de L’Imperatrice y Caribou, terminó de concretar la fantasía de regresar a esos festivales que le vuelan la cabeza a uno.
Por supuesto, no fueron los únicos; Ed Maverick tocando baladas en la playa al atardecer. Jessie Reyez mareando a toda la raza con potentes versos cargados de significado. John Talabot con un extraordinario Disco Set que cualquiera que se haya perdido, en realidad, no asistió a Trópico este año. Lo siento.
Personalmente, ya que no me atrevería a señalar algún mejor que otro, L’ Imperatrice dejó marcado algo más; algo inmaterial sobre los que tuvieron —obviando el cliché—, la soberana y reverenda fortuna de verlos tocar. Si ya existía una cúpula de luz alrededor del festival, ahora una explosión que conjugaba perfectamente todo lo esperado, lo perdido, lo anhelado y las emociones revueltas en un escenario que se comunicaba con claridad hacia el público.
Curiosamente, de todo lo que se dijo desde su lugar instrumental hasta el nuestro, la única cosa que pude escuchar fue una sola: todo va a estar bien. Me hizo pensar, mientras movía mis pies epilépticamente y mis ojos solo percibían una sinfonía de colores neón, en todas las cosas que nos unen; en la fraternidad de amigos abrazándose; con personas llorando de alegría; en amantes declarándose que acaban de compartir un momento que probablemente nunca olvidarán. Fue, plenamente, una conjugación de la tormenta perfecta para que todos se dieran cuenta de que somos capaces de abstraer la inmensa fortuna de que compartir la alegría, en esta vida, lo es todo.
Caribou tomó el escenario después y en pocos minutos la explanada se volvió a llenar. Después de tocar un impresionante set con un juego de canciones más nuevas como las ya clásicas, atacaron con una versión de “Can’t Do Without You”, que una vez más, reafirmó lo declarado por L’ Imperatrice: de aquí nadie sale sin permitir que la música extienda su mano para tocar el corazón. Una audiencia eufórica observó cómo varios minutos de fuegos artificiales les celebraban la reunión de toda esa energía. Volteando a ver las caras asombradas, videos grabando, se podía palpar una honesta alegría cuasi infantil, que nadie podía evitar expedir con rabia.
Para terminar con Trópico 2021
Durante el último día, los estragos de la fiesta interminable de viernes a domingo eran algo evidentes sobre muchas de las personas; incluido uno mismo que con trabajos podía hablar o, peor aún; cantar. Pero eso no detuvo nada, lentamente, en el escenario de la playa más y más personas llegaron para escuchar lo que todavía se podía ofrecer. Kid Francescoli, Benny Sings y Roderic, destacadamente, supusieron una nueva cumbre que subir para los cansados y una alegría más para los que (no entiendo cómo) seguían sin darle tregua a su cuerpo. Héroes de la fiesta, sin duda.
En términos de organización, es notable que después del año y a marchas forzadas saliera este festival sin pormenores. Sin embargo, es completamente necesario e importante mencionar que la experiencia no es lo mismo para todas y todos. Atrás del escenario Playa, Valentina, al lado de su novia, escuchaba sentada en su silla de ruedas a Benny Sings.
Al preguntarle cuál había sido su experiencia dada su discapacidad motriz, lamentablemente, no fue del todo buena; “Yo tengo una silla eléctrica, pero aquí con el pasto y la playa, se voltea, así que tuve que pedir una. Sin más, me dijeron que solamente me la podían rentar: $90 pesos el día”.
Esto, por supuesto, es una terrible realidad que no debe tener cabida en los conciertos y festivales que tanto amamos. Pero, además, cuenta Valentina, no es algo a lo que se le pone suficiente atención desde años anteriores: “Vine en 2019 y era la única persona en silla de ruedas, hoy, dos años después, sigue siendo lo mismo: solo una persona”.
Estas atenciones, en conjunto con grupos y organizaciones que buscan traer a la escena a personas con discapacidad, son absolutamente necesarias para que pueda seguir creciendo la escena musical y la comunidad de personas que atendemos conciertos. Si se puede decir que compartimos algo inmaterial durante este festival, que se resaltó el amor por la música, la fraternidad y el deseo íntimamente humano por compartir la alegría, nadie debe quedar fuera por ningún motivo.
A pesar de esto y de que se debe pedir con absoluta certeza a las y los organizadores, no sobra mencionar que Trópico 2021 se respiró como una bocanada de aire, una resolución de paz que probablemente nunca antes se había mostrado con tanta claridad.
Carmen DeLeon te hará renunciar a los prejuicios que tienes del reggaetón