El mundo es un vampiro: Una noche con The Smashing Pumpkins

En cuanto Billy Corgan apareció en el escenario la locura se desató; todo mundo saltó de su asiento y cuando empezó a cantar “The Colour of Love” el público se rindió. Comenzamos a saltar y a gritar mientras The…

En cuanto Billy Corgan apareció en el escenario la locura se desató; todo mundo saltó de su asiento y cuando empezó a cantar “The Colour of Love” el público se rindió. Comenzamos a saltar y a gritar mientras The Smashing Pumpkins se arrancaba con “Bullet With Butterfly Wings“; para continuar con “Today“. El teatro se sacudía entre la potencia de la agrupación, los berridos de la banda y la nostalgia que llenaron el Metropólitan.

El vocalista, James Iha y Jimmy Chamberlin no daban tregua: se echaron “Ugly”, “Drown”, “Quiet” y “Cyr” —que también le da nombre a su más reciente disco—. Lo que se combinaba con saludos, agradecimientos, intentos de baile y una alegría inusual en Billy Corgan a quien fans e incluso los otros miembros de la banda han descrito en más de una ocasión como “insufrible”.

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Con 55 años recién cumplidos y la voz intacta, el cantante estaba especialmente feliz; no sabemos si eran las drogas –o la ausencia de ellas–. Largas sesiones de terapia o las ganas de volver a tocar después del pico de la pandemia. Pero, envuelto en una túnica floreada y bajo un juego de luces que acentuaba su palidez vampírica; no sólo se dio tiempo para agradecer, sino que cada tanto echaba chisme con James Iha, que complementaba el look del vocalista con su atuendo de mariachi dark; y quien también se dio tiempo para dedicar mensajes de amor a la audiencia y a la ciudad.

La noche de los chavorrucos vivientes

El concierto tuvo todo lo que anhelamos de un tiempo en nuestras vidas que ya no volverá: música sin artificios; guitarrazos, distorsión, gritos, sudor y hasta olor a mota. Las playeras con la mítica leyenda “Zero”, acompañados por la estrella plateada y diseños con la versión Simpson del grupo, desfilaban en la penumbra de un teatro a reventar de chavorrucxs  –y es que— ya sea con más o menos cabello, surcos en el rostro y la necesidad de sentarse a medio concierto; en algunas cosas seguimos siendo lxs mismos 

The Smashing Pumpkins en concierto CDMX

Rebasada la mitad del concierto y después de una increíble versión de “Tonight, Tonight“, el ambiente estaba cada vez más enardecido, en todo sentido. Pues nunca se molestaron en poner el aire acondicionado y hasta Nosferatu Corgan se quejó de eso, preguntando: How hot is the city? Mientras agitaba su túnica para refrescarse.

El show continuó entre subidas, bajadas y luces multicolores. Hicieron suya “Once in a Lifetime” de The Talking Heads, además de “Solara“; para continuar con “1979“, que fue añoranza pura, mientras que “Ava Adore” fue de las más coreadas, igual que “Cherub Rock”, “Zero” “la de Los Simpson” –como gritaron algunos–  además de la más reciente y pandémica, “Telegenix“. 

Chamberlin también andaba inspirado y se aventó varios solos, para el beneplácito de Billy. Quien, en otro raro instante, le cedió mayor protagonismo a la banda e incluso los presentó; incluyendo a los jóvenes músicos que ahora los acompañan. 

A pesar de la rodilla, gracias The Smashing Pumpkins

Hacia el final, el aguante chavorruco había bajado un poco, pero las calabazas no cedieron, siguieron rompiéndola con “FOL”, “Disarm”, “If There Is a God” y “X.Y.U“. Entonces, abandonaron el escenario de repente. Pasaron unos minutos y volvieron para dar un encore igual de intenso y entregado en el que sonaron “One and All (We Are)”, “Hello Kitty Kat” y una versión aún más estruendosa y distorsionada de “Silverfuck“.

Nuevamente Corgan e Iha hablaron sobre vinilos, casetes, el fucking Napster y el streaming, para rematar  agradeciendo que El Chilango es donde más escuchan a la banda por dicho medio: “Un aplauso para ustedes y gracias. Los amamos”. 

Si se perdieron esta fecha, no hay por qué preocuparse, pues la banda ha prometido que el resto de las presentaciones serán igual de mágicas, y después de esta primera noche, no queda más que creerles. 

Y sí, el mundo es un vampiro que está ahí para drenarnos, pero nos queda la música.

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