Dentro de la gran oferta de conciertos que hemos tenido este año, el de Sigur Rós ayer en el Auditorio Nacional tiene todo para posicionarse como uno de los mejores… sino es que el mejor.
Algunos los llamarán clavados. Otros aburridos. Pero ayer los islandeses demostraron que el lenguaje de la música es tan universal que no se necesita de letras en idiomas conocidos para prender y en este caso, hipnotizar al público.
A las 8:55 de la noche, con humo que desde minutos antes invadía el ambiente, el trío apareció en el único complejo de la capital capaz de darles la acústica que su música merece y abrieron con “Á”, uno de los últimos temas que han creado.
Luces que parecían luciérnagas sobre el escenario, transportaban a un bosque en la oscuridad, un poco repitiendo la sensación que días antes Björk había brindado en el mismo lugar.
Durante la primera parte del trip musical, apreciamos el alcance de la voz contratenor de Jón Þór Birgisson, además de su virtuosismo en la guitarra al usar su ya famoso arco de cello para tocarla.
“Ekki Múkk”, “Untitled 6 (E-Bow), “Untitled 7 (Dauðalagið)” o “Glósóli”, ésta última dando uno de los instantes más aplaudidos de la noche, fueron algunas canciones ejecutadas, además del honor de escuchar por primera vez en vivo “Nidur”, su más reciente composición.
Georg Hólm con la precisión de su bajo y Orri Páll Dýrason con esa batería que le da el toque de rock y progresivo al grupo, completaron el cuadro sonoro, mismo donde, sorpresivamente y ante un Auditorio con contados lugares vacíos, la mayoría de los presentes no sacaron su celular para grabar o fotografiar. Y en cambio hicieron lo que se supone debemos hacer en un concierto: escuchar y dejarse llevar por la música.
Tras un receso de 20 minutos, a las 10:10 de la noche el grupo reapareció atrás de una reja y se reencontraron con su público a través de “Óveður”, otro de sus temas más recientes, seguido de “Staralfur”, rola que llenó el ambiente de tonos azules y remontaba a un cosmos infinito con una batería imponente de fondo.
Durante “Vaka”, la banda jugó con silencios antes de dar paso a la ejecución instrumental y luego Þór Birgisson dio una demostración de lo aguda que puede ser su característica voz en falsete. Pero parece que algunos asistentes estaban muy emocionados o no les enseñaron modales correctos en casa, porque se pusieron a gritar en ese momento que significaba una entrada musical gradual. Por suerte la mayoría del público los calló. Gracias.
“Festival”, “Kveikur” y “Fljótavík” fueron otras canciones que sonaron en el recital, donde Sigur Rós probó ser una banda que puede disfrutarse tanto en festivales grandes como ese inolvidable Corona Capital 2013, como en venues selectas; y que sin necesidad de discursos entre canciones o aplicar el sing along, pueden conectar con su audiencia de una forma poderosa y tenerlos todo el tiempo al borde del asiento.