El Vive Latino es un huracán y el sábado tuve el privilegio de tocar en uno de sus escenarios. Desde hace varios meses escribo sobre música para Chilango y los editores de la revista me han pedido que describa brevemente la experiencia de formar parte del festival más importante de latinoamérica.
Soy bajista de Pez Diablo, un grupo novel, sólido en el estudio de grabación que busca madurar sus actuaciones en directo. El Vive Latino ha sido uno de nuestros más grandes retos y creo que salimos bien librados.
El año pasado le entregamos a Jordi Puig (director del festival) una copia de nuestro primer EP, homónimo, grabado y producido por nosostros mismos. Un par de meses después, vía correo electrónico, recibimos una invitación para formar parte del cartel Vive Latino 2013.
Una revolución: ensayos, entrevistas y presentaciones en radio y televisión, charlas continuas con medios electrónicos e impresos… Tuvimos el honor de cerrar el escenario de la Carpa Intolerante el 16 de marzo a las 21:30, mismo día en que Blur dio uno de los mejores conciertos en la historia del festival. Horario complicado.
Ignoro si mi caso sea el mismo que el de otros colegas, pero la inercia me impidió disfrutar el evento. Somos un grupo independiente que debe encargarse de cada uno de los pasos en el complicado proceso de dar un concierto sin la infraestructura de una disquera o un mánager: al medio día nos reunimos para revisar los instrumentos, coordinamos la logística para acceder al recinto y apenas llegamos al Foro Sol fuimos absorbidos por un engranaje implacable: estacionarnos, pasar los instrumentos a un transporte del festival, bajarlos en camerinos y alistarnos para el tour de medios (de force, diría yo).
En poco más de dos horas dimos una conferencia de prensa y una serie continua de entrevistas para medios de toda índole. Después, llevar los instrumentos del camerino al backstage de la Carpa Intolerante para que nuestros técnicos hicieran los preparativos necesarios (afinar cuerdas, armar estructuras, encender computadoras y conectar cables), calentar un poco las manos, calmar los nervios y dar un show de 35 minutos sin soundcheck previo.
Desconectar, enrollar cables, guardar instrumentos, algunas fotos y autógrafos, devolver todo a camerinos, comer y beber algo, respirar y correr hacia el escenario principal, dejar nuestro papel de músicos y cantar y brincar junto a decenas de miles de personas los grandes clásicos de Blur.
Hacer algo de relaciones públicas, subir el equipo a la camioneta y salir del Foro Sol entre un mar de gente para darme cuenta de que todo y nada pasó. Ya de madrugada, devolver los instrumentos a su lugar de origen y despertar pocas horas después para pensar y escribir esto.
Fin de un día bipolar, orgullo y frustración, satisfacción e incomodidad.
Como melómano y periodista musical quería recorrer los escenarios y disfrutar los conciertos; como músico independiente debía concentrarme en tocar, dar entrevistas y no perder el equipo. Como ya dije el Vive Latino es un huracán, vértigo, es una maquinaria que después de 14 ediciones no para de crecer y mejorar; cientos y cientos de personas se coordinan para que miles y miles más disfruten cada año de un festival sólido, memorable y un cartel tan diverso que da cabida tanto a Damon Albarn como a mí (guardando las distancias de talento, claro está, Albarn es un genio). Quizá los músicos que se han presentado ahí en más de una ocasión se vayan acostumbrando, yo todavía no lo puedo creer: toqué en el Vive Latino…
Más de Pez Diablo en: https://pezdiablo.bandcamp.com/ y @PezDiablo