Para Belanova, con amor

Los gustos musicales son de las diferencias más grandes entre generaciones, pero ¿qué pasa cuando un grupo llega a dos generaciones de distinta manera?

Belanova en los dosmiles

Primer disclaimer: cuarentón y todo, pero en el fondo siempre he sido cursi y siempre me ha gustado el synthpop. Así que, la primera vez que, allá por 2004, una noviecilla-de-manita-sudada me puso “Tus ojos” (porque, pues: siempre cursi y siempre con cursis), la rola me gustó. Y acaso: mucho.

Segundo disclaimer: por aquel entonces estaba muy de moda la electrónica de bandas tapatías como Sussie 4 o Telefunka, y Belanova se sentía como parte de esa ola, todavía no tocada por Telehit (¿alguien recuerda Telehit?): sí pop, sí beat, pero de algún modo auténtica; sí cursi, pero, ¿ya dije que siempre fui cursi?

Muy pronto le llegó la popularidad: viéndolo objetivamente con mis ojos de más de 40, tenía sentido. Denisse Guerrero, Edgar Huerta y Ricardo Arreola son enormes músicxs, que saben perfectamente lo que hacen; estaban, casi desde el principio, producidos por nombres grandes de la electrónica mexicana. Pero mis ojos veinteañeros de entonces lo veían todo muy distinto: eran los locos años dosmiles y parecía demasiado importante elegir un “bando” musical. Yo era (quería ser) indie, proto-hipster, o lo que sea: para 2006, Belanova ya estaba demasiado cerca de Moenia y Aleks Syntek como para que yo, personaje autoconstruido alrededor de The National y Broken Social Scene, los considerara como algo serio. La voz de Denisse ya me parecía demasiado aguda, los arreglos de Edgar y Ricardo demasiado obvios. Yo, por supuesto, no tenía razón: era mi pose hablando.

Entiendo que Belanova tuvo todavía una buena década de alta popularidad, de primeros lugares, de llenar auditorios, y seguramente de noviecillos-de-manita-sudada dedicándose sus canciones. Pero no lo sé de cierto, porque su música ya no me aparecía, primero en los lugares que frecuentaba, luego entre los designios de mi algoritmo.

Hasta hace unos meses, “Rosa pastel” empezó a sonar, creo que primero a manera de sarcasmo post-hipster y luego en serio, en fiestas y bares. Y cada vez que sonaba, la gente, toda la gente (cursis, fresas, indies autoasumidos: toda la gente pues) la cantaba de memoria y con la tripa. Cuando los vi anunciados como uno de los headliners del Vive Latino 2024, supe que algo había cambiado respecto a Belanova.

Quizá mi generación se relajó; quizá es solo que mi generación está dejando de importar. Quizá es que en el fondo todxs somos cursis. Como sea, intuyo acá una moraleja importante, acaso un último disclaimer para la vida: el tiempo es siempre justo. Y, en el caso de Belanova, no merecen menos que toda la gloria.


Belanova en los nuevos veinte

Circa 2006. Me despierto a las 6:30 de la mañana para prepararme para ir a la escuela (sí, con el Atlas asomándose de mi mochila a medio cerrar). Todos esos trayectos en el coche con mi madre estaban musicalizados por Julieta Venegas, La Quinta Estación, Jesse & Joy, entre otrxs. Sin embargo, un día cualquiera, mi vida estaría a punto de cambiar para siempre: “Rosa pastel” suena en la radio por primera vez. 

Ese sería el inicio de mi obsesión por la “música de señora” que hoy en mis veintes, permea algunas de mis playlists de peda y de dolido. Aunque no siempre fue así. En ese entonces yo estaba harto de escuchar la música de mi mamá, pero conforme llegó la adolescencia, las pedas y esas reuniones que terminan en las sillas de plástico de un jardín, neteando con tus amix a las 4 de la mañana, me di cuenta de que mi madre me hizo un favor.

Hoy en día, no importa si es en el coche, en el antro o en el after, cada que suena alguna canción de Belanova, me desconozco: canto a todo pulmón, cual señora dolida recién divorciada, de principio a fin, mientras mi mejor amigo y yo nos balanceamos en el ebrio tambaleo del otro. Porque en pleno 2024 me parece absurdo pensar en un un karaoke, o hasta en una buena peda, si no llega ese tan esperado momento de la noche en el que la batería de “Rosa pastel” le calienta el hocico a todxs lxs presentes. 

Para mi generación, Belanova se ha convertido en un símbolo de unión y desconecte, un himno de peda. He tenido el placer y el privilegio de cantar sus canciones en antros fresas, bares de mala muerte, eventos caseros y (probablemente en donde más se emocionan cuando suena) antros gay. Sin importar el lugar en el que pongan “Por ti”, “Cada que…” o “Baila mi corazón”, la gente deja lo que está haciendo, paran sus sesiones de selfies en el baño o se fondean el vaso que traían, y corren hacia la bocina. 

Si en gustos se rompen géneros, lxs de Belanova rompieron brechas generacionales con su música. Así que sí, Denisse, Edgar, Ricardo, en nombre de toda mi generación, me tomaré la libertad de agradecerles por su aportación a la cultura mexicana y a todas esas personas que sufren por amor y buscan ahogarlo con buena música. Para mí ya son patrimonio cultural.

Belanova se volverá a presentar en el Palacio de los Deportes este jueves 28 de noviembre. Todavía hay boletos en las secciones D ($854) y E ($671).

Concierto de Belanova en CDMX

Lugar: Palacio de los Deportes (Av. Viaducto Río de la Piedad y Río Churubusco s/n, CDMX)

Fecha: jueves 28 de noviembre

Horario: 20:30 horas

Costo: D $854 y E $671

Chilango Menú Footer Chilango recomienda