La reputación de Nick Cave & the Bad Seeds en vivo los precede. Son raros los comentarios que no califican a la banda como uno de los mejores actos en vivo de la historia, o algo que tienes que ver por lo menos una vez en la vida. Ayer en El Plaza Condesa pudimos atestiguar eso de primera mano.
Pocos minutos después de las nueve, Cave y su sexteto de talentosos músicos subieron elegantemente al escenario para abrir su presentación con la sombría “We No Who U R”, siguió otra canción de su nuevo álbum, pero en realidad no habíamos observado nada del verdadero poderío de la banda, simplemente habíamos escuchado una introducción que nos prepararía para lo que seguía: “Red Right Hand”. La canción es uno de los temas más obscuros de la banda, una composición que puede inspirar miedo, escalofríos y un poco de tensión, pero en vivo es mucho más que eso. Es una monumental interpretación en la que parece que Cave canaliza fuerzas demoníacas para convertirse en un ser infernal que grita, ordena y condena a todos los presentes, mientras que de fondo los Bad Seeds demuestran una agresividad al tocar que rara vez se ve en una banda. Es brutal, es violenta y es todo lo que uno esperaría de la banda.
A partir de ese momento la audiencia estaba en la palma de Cave. Pudo haber sido el final del concierto y los presentes se hubieran dado por bien servidos; sin embargo, la banda siguió apoderándose de todos los que veían con atención cada detalle.
Clásicos como “Tupelo” y “Deanna” dejaron a varios boquiabiertos mientras que “Jubilee Street” del nuevo disco sonó a la altura de los más grandes himnos de Cave, será una canción que recordaremos en años, con tanto cariño como cualquier otra balada de la banda.
En “God is in the House” le pidieron al público que guardara silencio, lo cual fue concedido por la mayoría de los presentes y desataron el talento de Warren Ellis en el violín, una de las fuerzas clave detrás del sonido de la banda.
“Into My Arms” fue uno de los momentos más emotivos de la noche, uno en el que varios se entregaron a las lagrimas.
Canción tras canción, la banda demostraba por qué son un legendario espectáculo en vivo. Cave gritaba, bailaba y se sacudía sin control por todo el escenario, para después acercarse a sus fanáticos y cantarles frente a frente. Como un oscuro predicador, reclutando personas para su causa.
Ser opacado por Nick Cave parece algo que le podría pasar a cualquiera en presencia de semejante personalidad, pero no sucede así con The Bad Seeds. El grupo es una furiosa fuerza que crea el escenario para que Cave puede soltarse y, agresivamente, apoderarse del escenario.
Cabe destacar a Thoms Wylder, baterista de la banda e integrante clave que con gran intensidad logra elevar cada una de las canciones del grupo: de tranquilas melodías en piano a potentes composiciones que sonaban casi violentas.
“From Her To Eternity” fue presentada como una de las más viejas y mejores canciones de la banda, mientras que “The Mercy Seat” remató con un final épico mucho más atormentador que la versión de estudio.
En general Cave no habló mucho, salvo el ocasional “gracias” o “buenas noches” por aquí y allá, se limitó a decir pocas cosas y a conquistar al público con su interpretación.
Hasta este punto el concierto había sido un éxito rotundo, una presentación que lograba producir escalofríos por la intensidad y furia detrás de la interpretación, sin embargo eso cambió cerca del final. La extremadamente larga “Higs Bosom Blues”, así como la encargada de cerrar su nuevo disco “Push the Sky Away” demostraron ser grandes composiciones, pero no lo ideal para un concierto de rock. De una forma u otra las canciones cortaron el momentum que se había generado a lo largo del concierto: fueron diez minutos en los que una buena parte del público se desconectó.
La banda se despidió, pero regreso poco tiempo después para complacer a su audiencia.
Habían perdido un poco a su público pero eso rápidamente se arregló con una imponente versión de “Stagger Lee”. Nuevamente teníamos a Cave, que ahora parecía estar poseído por el fantasma del asesino, la mitad del tiempo era un ser violento que gritaba por todo el escenario mientras se azotaba furiosamente, la otra mitad era un hombre repleto de lujuria que bailaba seductoramente mientras contaba la historia del famoso asesino.
La desenfrenada audiencia pedía más y la banda respondió con una emotiva versión de “The Ship Song” la cual llevó al público al borde de las lagrimas por segunda vez en la noche, e inspiró un coro masivo por parte de los presentes. Desafortunadamente la canción no sonó tan bien (el piano estaba excesivamente alto, lo que llevó a que Cave gritara “Its too fucking loud” a media canción). Claramente se notaba que no estaban satisfechos con la interpretación pero aun así lograron acabar la canción para después despedirse de la audiencia, cosa que extrañó a muchos ya que el concierto apenas llegaba a la hora y media.
Es innegable el talento de la banda sobre el escenario. Son un grupo enorme que no tiene el reconocimiento que merece. Ayer pudimos ver y escuchar la fuerza y enojo que los ha hecho únicos y también vimos por qué Cave es un personaje de leyenda. Desafortunadamente parecía que no estaban al 100%, al parecer Cave dijo en la mañana que el grupo no se sentía bien físicamente y recortaron cuatro canciones del setlist (“Love Letter”, “Stranger than Kindness”, “Your Funeral, My Trial” y “Midnight Man”). Hoy habrá un segundo concierto, esperemos que ahora sí podamos ver y escuchar a la banda con toda su fuerza.