Por: Omar Morales (@omarinmorales)
Cuanto más voy a festivales, menos entiendo a los programadores… ¿MØ a las dos de la tarde abriendo el escenario Doritos? ¿Lykke Li a las 11:45 del domingo? ¿St. Vincent y Kasabian al mismo tiempo? Los boletos para el segundo día de este festival se agotaron y para el primero los regalaban por montones, ¿por qué?, por la falta de equilibrio en la programación, creo yo. Con todo, la cantidad de asistentes al primer día del Corona Capital 2014 superó cualquier expectativa, sobre todo la mía.
Una y media de la tarde del sábado 11 de octubre.
En 40 minutos tocará MØ pero mi edad se impone a mis ganas de ver el show de esta diosa danesa, ¿quién a sus 39 años sobrevive a diez horas y media de conciertos por dos días seguidos? (y a la hora que escribo la primera parte de esta bitácora ignoro que terminaré frustrado y empapado).
Así que llego a las cuatro de la tarde al autódromo dispuesto a beber una cerveza (cuyo costo de 105 pesos me parece abusivo) y a explorar la zona de food trucks (con opciones más atractivas que las típicas pizzas y hot dogs, pero sin nada sorprendente), y después de un par de insípidos tacos, me planto a las 16:50 frente al escenario Corona Light para ver los Black Kids.
Menos de una hora en el festival basta para darme cuenta de los comprometidos resultados del improvisado (y odiado, según noto) brazalete: miles de personas se formaron por horas para intercambiarlo previo al festival y a los que llegamos sin él nos lo dan apenas entrando. Intento cargarlo y en un par de los stands correspondientes no hay sistema, los cajeros de los food trucks cobran temerosos por las continuas fallas de los lectores y algunos de plano deciden obviarlo y sólo recibir efectivo.
De aquí a las 21:35 la mayor parte resulta un juego de niños (o mejor dicho, de adolescentes tempranos y tardíos: una chica dice junto a mí “pero si ya está ‘señora’” refiriéndose a Bethany Cosentino, cantante de Best Coast. En Holy Ghost una chica coqueta se acerca diciéndome “Señor, ¿reviviendo momentos de juventud, no quiere un toque para relajarse?”)…
Los Black Kids tocan sus éxitos efímeros con un ingeniero de sonido que los convierte en una horrible masa de frecuencias medias. Las fallas técnicas abundan: un colega de Chilango me cuenta que MØ de plano tuvo que parar su show, Best Coast terminó su concierto con un amplificador de guitarra fundido, Little Dragon arrancó con una considerable saturación de graves, el tecladista de Jack White no paraba de quejarse del monitoreo…
18:25
Siento que la pubertad comienza a evaporarse con la sorpresiva bomba de beats discotequeros que resulta ser Holy Ghost (me acerco a ellos por sugerencia de mi hijo, confieso que no los conocía), y con la enorme presentación de Little Dragon: tres vikingos escoltando la voz de una pequeña duende con sangre japonesa que brinca y canta con una potencia que no corresponde a su cuerpo. Lluvia ligera que no asusta a nadie (pobres ilusos).
21:15
A esta hora la división generacional es evidente: en el escenario Corona con Zedd se quedaron los veinteañeros, aquí en el Doritos no veo menores de 30. Escucho a varios decir que vinieron al festival sólo por el grupo que está a punto de bombardearnos.
21:25
Comienzan a caer algunas gotas de grosor considerable. El festival se manifiesta en algunos rostros torcidos de alcohol, en los tambaleos y balbuceos, algunos incluso dormitan de pie.
21:30
Las gotas aumentan su frecuencia y la gente comienza a chiflar.
21:35
La madurez total llega al escenario Doritos con Massive Attack: percusiones electrónicas, dos sets de sintetizadores, batería, bajo, guitarra y las voces de Martina Topley-Bird, Robert del Naja y Grant Marshall. Al fondo una gran pantalla histérica con torpedos de luz e información cifrada.
La primera canción, United Snakes, es ilustrada con dosis y nombres de medicamentos; la segunda, Psyche, con una metralla de logos y marcas: Banorte, TV Azteca, Saab, Goodyear, ¿Grupo Modelo? El viernes 10, en el concierto que Massive Attack dio en El Plaza Condesa, lanzó un par de líneas en español dedicadas a los jóvenes asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa: “Pienso, luego me desaparecen”, “Haz que tu voz se escuche”. Hoy serán censurados por el agua…
A la tercera canción las gotas adelgazan y el optimismo vuelve, intentamos creer que la lluvia sólo es un marco romántico para uno de los mejores conciertos de este festival. Sólo los músicos ingleses pueden ser tan suficientes y elegantes: la precisión de sus ejecuciones, la estética visual y musical que se desprenden del escenario son de virtuosos y privilegiados, la mezcla de sonido es irreprochable, la sensualidad vocal de Martina Topley-Bird me obliga a quedarme aunque me estoy empapando. Un potente trueno se ve y escucha detrás del escenario, gritos de emoción en la mayoría, el staff se mueve nervioso, entran con toallas a secar el equipo que comienza a mojarse, retroceden, la lluvia arrecia…
22:10
Una voz que pronto odiaremos anuncia que por motivos de seguridad todo el equipo de audio y video deberá ser apagado, las condiciones meteorológicas nos obligan a suspender el festival momentáneamente, aléjense de las estructuras metálicas y árboles, sigan las instrucciones, bla, bla, bla…
50 minutos después
En medio de confusiones por falta de información, los organizadores anuncian que la presentación de Massive Attack ha sido cancelada. El sueño de ver a estos ingleses en el Corona Capital se convirtió en húmedo, pero desafortunadamente también en precoz…
Dos de la mañana del domingo doce de octubre
La banda escribió en Facebook: Lo Sentimos. Sorry to everyone at Corona Capital in Mexico City last night – the torrential rain and lightning meant it it was impossible to finish the show. After consulting with everyone at the festival – it would have been too dangerous for band and crew to continue. Hope to be back in Mexico soon. Muchas Gracias