Así es como todo en esta vida debería comenzar. Con un buen trago de mezcal sobre el escenario del Auditorio arrancó Lila Downs su concierto esta noche. Y con su canción “Mezcalito”. Toda una fiesta que, por dos horas y media llenó el lugar de los sonidos, los colores y los instrumentos de su tierra.
Salió con una imagen de la virgen de Guadalupe sobre la cabeza y la depositó al centro del escenario. La mera-mera del Tepeyac se quedó ahí, como bendiciendo el espectáculo. Vinieron “Tu cárcel”, el gran cover de los Bukis, “La Iguana” y “La Bamba”.
Así, facilito, corre la primera media hora y la gente sigue llegando al Auditorio. Y es que, afuera, la lluvia se soltó de pronto y complicó los accesos, al igual que los policías que, lejos de ayudar al tránsito, casi siempre se ponen creativos con sus cierres.
“Y tú que te creías, el rey de todo el mundoooo…”, suelta lenta y cadenciosamente la Downs. Y de arriba a abajo el Auditorio la sigue como en un gran karaoke con “Fallaste corazón”. Y a la siguiente, en “Vámonos” que se baja a cantar entre las primeras filas. “¡Y arriba Oaxaca mi gente!”, grita emocionada. Allá nació esta hija de la tierra del mezcal y las tlayudas, hija de la cantante mixteca Anita Sánchez y de Allen Downs, cineasta y profesor de arte mitad escocés, mitad americano. Intento contar cuántas personas están con ella en el escenario: son diez músicos más los 13 integrantes de la Banda Tierra Mojada.
Tras el “Jarabe Ejuteco” viene la primera gran sorpresa de la noche. Las luces se apagan y se oye la voz de Lila: “Y ahora, con ustedes, el legendario trío Los Panchos”. A pesar de que calculo que la mayor parte del público es mayor de 25 años, la reacción es tibia. Después de un pequeño popurri –que muchos escucharon por primera vez en los discos de boleros de LuisMi– Lila regresa al escenario y advierte: “Ahora, unas canciones que no me había atrevido a interpretar. Las traigo como una ofrenda a todos ustedes”. Canta con Los Panchos “El día que me quieras” y luego “Piensa en mi”. Antes de cantarlo lo dedica a Chavela Vargas: “Yo sé que está con nosotros el día de hoy”, dice. ¿No que no, Auditorio? La gente canta y aplaude convencida.
Sus siguientes invitados llegan impecablemente vestidos de etiqueta y con zapatos de charol: La Sonora Santanera. El respetable los recibe de pie. (Ni hablar, tal parece que hoy, sonora-mata-trío). ¿La canción? Su clásico “La Boa”. Al saludarlos, Lila confiesa: “Yo vine de mi pueblo para enamorarme de esta bellísima ciudad, de sus hombres y de este cielo del DF”. Cantan juntos “Perfume de Gardenias” y “Tu Voz”.
[Por cierto, Lila fue invitada para grabar una canción en el nuevo disco de la Sonora Santanera, que saldrá a la venta en unos días.]
La voz de la Downs trina impecable en “Cucurrucucú” y en la espectacular “Zapata”. Es una oaxaqueña-chilanga que suda su amor por México y nuestra música en cada nota. La de los ojazos con rímel, la guadalupana, la del pelo negrísimo en eternas trenzas fosforescentes, la de los vestidos de lentejuelas, la de las decenas de pulseras y los aretes enormes. Esa que no dosifica su sonrisa franca, a juego con la decena de mazorcas que ha atado a la base de su micrófono. Lila, la del vestuario tan artesanal y multicolor como su rango vocal. Con ella conecta –y cómo no habría de hacerlo– con los tres pisos del Auditorio. Lo hace a punta de apelar al ADN musical de varias generaciones con canciones que nos saben a frijoles calientitos y tortillas hechas a mano.
Presenta ahora a Lorenzo Negrete, nieto del mismísimo “charro cantor”. Los ojos sí recuerdan a los de su abuelo y su estilo vocal también. Del segundo piso alguien le grita “¡Papaciiiito!”. Desafortunadamente, algunas fallas en el micrófono no nos dejan apreciar con más cuidado el parecido en “Cruz de Olvido”.
Luego, tras la tornamesa, aparece 3Ball Mty y le prestan a la Downs su éxito “Inténtalo”.
El despliegue surrealista continúa cuando en el escenario aparece Armando Manzanero para entregar a Lila un doble disco de platino de parte de su disquera por las ventas de su disco Pecados y Milagros: “En días en que uno puede descargar la música que uno quiera con un click, es para mí un honor entregarle este reconocimiento”, le dijo el cantautor yucateco.
Al escucharlo coincidí. Y pensé también que estos también son días en que los grupos y cantantes sienten que nos cumplen con sólo pararse a cantar rola tras rola de su disco más reciente, y que por eso es todo un placer bailar, brincotear y cantar con alguien que preparó su espectáculo con todo cuidado. Una verdadera fiesta hecha con amor, con sus músicos, invitados y más de 50 bailarines que vinieron desde Oaxaca para estar con Lila esta noche. El verdadero desquite de cada peso en el boleto.
[Lee AQUÍ la entrevista que nos dio hace poco al respecto de cómo preparó este concierto.]
No la conozco en persona, pero me parece que la Downs tiene la autoestima tan bien puesta como para compartir de esta forma el escenario. Un banquete de “ese” Oaxaca que a los chilango nos encanta recibir en el DF. No como el de los “maestros”.