Por Ruy Feben
Cuando nos enteramos de que Metallica viene a México, sólo pudimos pensar en lo odioso que es Lars Ulrich. Y qué mejor pretexto para escribir un rank de los batacos que todos odiamos. Así que, bueno, eso. Comencemos.
¿Por qué es tan odioso?
Por absolutamente todo. Desde su gesto a la hora de tocar (como si estuviera golpeando a Jason Newsted cada vez que le da a la tarola, hasta su asquerosa forma de dar entrevistas (¡La cámara no se mueve a tu antojo, Lars!). Todas sus declaraciones son completamente desafortunadas, y su pelea constante con la descarga de archivos P2P es retrógrada y bastante ardilla (Con todo y que admitió haber bajado su propio disco, “nomás para ver cómo funcionaba”. Qué asco).
Lo odiaríamos todavía más si…
Comprara Limewire o se pusiera a producir bandas de happy punk.
¿Cómo dejaría de ser odioso?
Si fuera un poco más alto (admitámoslo: los chaparros tienen algo de siniestro…) o si James Hetfield, el chido de Metallica, se lo agarrara a zapes en el Foro Sol.
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