Juanga, el divo que todos aman

Ir a un concierto de Juan Gabriel es un “must” que todos deberían hacer en la vida (independientemente de que seas fan de él o no) porque es toda una experiencia, empezando porque la mayoría de su público son…

Ir a un concierto de Juan Gabriel es un “must” que todos deberían hacer en la vida (independientemente de que seas fan de él o no) porque es toda una experiencia, empezando porque la mayoría de su público son de treinta pa’ arriba y sus fans más entrañables son señoras de la edad de tu mamá. Lo que lo hace de los pocos conciertos en los que ir con la autora de tus días resulta una fórmula ganadora. (Pero, no esperes gritos desgarradores ni desmayos, ellas le mandan besos tronados y sueltan una que otra lágrima).

La vibra de Juanga provoca, por momentos te sientes como si estuvieras en la mejor boda de tu vida, en otros piensas “así ha de haberse sentido estar en Siempre en Domingo” y minutos después estás queriendo contener el llanto porque “esa canción” te recordó aquel jijo que te cortó y no supiste ni porqué. Ir a un concierto de Juanga equivale a 45 minutos de caminadora porque el divo juega con tus sentimientos  y te tiene por casi cuatro horas en una montaña rusa de sensaciones.

Parte de su encanto, es que sabe reírse de él mismo y de la vida. Después de 45 años de carrera no da nada por sentado.  “Los veo y no lo creo (…) los impuestos son tan pesados que a veces uno no sólo pierde la virginidad, se pierde hasta la casa”, dijo con una gran sonrisa y una mirada de complicidad a pocos minutos de que iniciara el concierto. Así hizo alusión a los problemas fiscales que tuvo hace unos años y que  no le permitieron hacer presentaciones en la capital y a la neumonía que le dio hace un año y lo alejó de la música hasta ahora.

Entre canción y canción Juan Gabriel bromeó con el público “Voy a empezar por atrás como siempre (…) es que me gusta provocarlos”.

Indiscutible, la gente lo quiere, pero hasta un punto que hasta resulta molesto porque cada que Juan Gabriel interpretaba alguno de sus éxitos, el público cantaba la canción completa. Y sí, por momentos te conmovía y te enchinaba la piel. Pero cuando dejaba el micrófono y dejaba al público cantar el Auditorio se convertía en un karaoke monumental  en honor a él mismo y no en un concierto. Se vuelven momentos desperdiciados porque oír a Juan Gabriel es un lujo. 

La fuerza de su voz es verdaderamente impresionante y no lo dimensionas hasta que la oyes en vivo. Su destreza para improvisar y componer estrofas es verdaderamente  ingeniosa y el sentimiento que le pone a la interpretación, que te hace sentir que es un sobreviviente de la vida en muchos sentidos, no lo ves con otros cantantes. Sí. Juan Gabriel es un divo, pero en el buen sentido de la palabra. 

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