Un aguacero de la fregada cayó en diferentes partes de la ciudad y el Zócalo no se salvó, pero la lluvia no desanimó a las poco más de 200 personas que se lanzaron al Centro Cultural de España para la presentación de las CRócknicas Marcianas de Joselo (Alfredo) Rangel (Arroyo) la noche del jueves.
Entre recuerdos y anécdotas se dio la plática de sus crónicas sobre música, cine y experiencias de su vida, que ha publicado ya por 7 años. Para el guitarrista de Café Tacvba la música no fue su primera pasión, llegó después, contó que desde niño escribía pero no terminaba los textos, cosa que sí hacía con las canciones.
Todo el tiempo hubo bromas y anécdotas. El escritor, ya con 46 años encima, describió como magia lo que ha vivido con los tacvbos, y se alegra de que las cosas hayan pasado así (tocar primero y soltar la pluma después), porque a estas alturas de la vida le costaría mucho entrarle al rock, en sus propias palabras: “ya estoy muy ruco, pero no me van a decir nada por empezar a escribir a esta edad”.
Durante las giras no tiene tanto tiempo para escribir, pero sacrifica cosas para hacerlo, en vez de ir a cenar se queda a escribir en el hotel. Incluso confesó que dejó el alcohol porque “beber te quita mucho tiempo” y agregó que “ojalá hubiera tenido estas columnas desde el principio de Café Tacvba, eso hubiera estado increíble”.
Se extraña la pasta dura de la edición que hizo la Universidad de Guadalajara en 2011 y la nueva presentación omite el índice de las crónicas, que la neta sí hace falta, pero se compensa con las ilustraciones de Quique, su hermano, que siempre ha sido el primer crítico tanto de sus textos como de sus canciones.
En la parte superior de las páginas, el menor de los Rangel hizo un flipbook de fotitos de Joselo encima de una guitarra (como si fuera tabla de surf), si pasas las hojas rápido parece que avanza. Lo mismo sucede con unas manos haciendo señas de paz y amor, rock & roll y el saludo Vulcano de Spock, entre otras curiosidades visuales.
A la par, Joselo está trabajando en dos novelas, pero se le salió la honestidad y dijo que “una es muy mala”, así que por el momento los cuentos son lo suyo (algo parecido le pasa con la música, le gusta lo pesado pero le salen baladas), por eso empezó a sacar sus Textos mutantes este año, ficciones que salen todos los miércoles en internet.
Terminó la plática y empezó el toquín. La primera canción fue “Lejos” (de su primer disco) con Daniela Filippi, de Renoh (banda apadrinada por el mayor de los Rangel), en la guitarra eléctrica y segunda en la voz; para el resto del mini setlist los acompañó Carlos Avilés en el bajo acústico.
El resto de los temas fueron “Cuéntame” (uno de sus temas más conocidos) y dos canciones del repertorio de la chilanga banda que son de su autoría: “El baile y el salón” en una versión muy diferente por la ausencia de la voz de Rubén, aunque bien interpretada por el trío; Joselo no quiso fintar con irse y regresar, así que de una vez se despidieron con “Esa noche”.
Como también se festejaban cinco años de la editorial R&B, pasaron por el escenario otros de sus autores. Carlos Avilés tocó, sin albur (¿o no?), “Dulces nalgas”; él escribió Si el infierno existiera. También se presentó Armando Vega-Gil, quien arrojó al micrófono fragmentos de su obra (La ventana y el umbral) mientras Francisko (Pako) Barrios, “El mastuerzo”, tocaba en la guitarra el prólogo que hizo para el libro y que se convirtió en canción. Este texto reúne a los tres miembros de la Botellita de Jerez, Sergio Arau hizo las ilustraciones.
La noche concluyó con los autógrafos, se hizo una larga fila y para que la espera no fuera tan pesada hubo ricos alfajores para la banda. Nadie dudó en sacarse la foto con el autor, la mayoría tomadas con celulares.
Joselo dejó su firma sobre varios ejemplares del libro en turno, algunos llevaban la edición anterior y hasta hubo varios discos de Café Tacvba (incluso un Revés/Yo soy andaba por ahí), pero también estuvieron presentes lo del “Oso”.