James Blake, el mínimo

James Blake tiene 22 años. Produce música a una velocidad vertiginosa. Hace dos años pasaba el tiempo componiendo en su computadora. Ha sacado cuatro EP’s y un largo desde entonces. Una historia de éxito, redes sociales, globalización, "un chamaco…

James Blake tiene 22 años. Produce música a una velocidad vertiginosa. Hace dos años pasaba el tiempo componiendo en su computadora. Ha sacado cuatro EP’s y un largo desde entonces. Una historia de éxito, redes sociales, globalización, "un chamaco que estaba haciendo música en su cuarto y que lo descubren", todas esas cosas que hemos escuchado mucho ya.

Su álbum honónimo salió a la venta hace cuestión de unas semanas.  En Inglaterra, la prensa especializada lo ha descubierto como la más nueva de las grandes voces. Desde Burial, aquel anónimo genio del dubstep, no había tanto revuelo por alguna causa musical. Escucharlo se antojaba necesario.

Entonces llega el disco. Tiene momentos de mucho encanto, como la muy sonada "Limit To Your Love", cover de Feist logrado con maestría. "Give Me My Month", canción breve y mínima que traduce la balada a sensibilidades contemporáneas. O "To Care", una oscura y sensual letanía donde los bajos profundos visten de gala a la discreción y al silencio.

James Blake trabaja desde la sutileza. Al menos, eso intenta. Los arreglos son escasos, lo de sonido más grandilocuente es el piano y sus melodías tienden a repetirse mucho, si bien son complicadas.

El problema de James Blake, como disco, es que no encuentra ningún statement de dónde aferrarse. Propone, pero no termina de proponer nada. Sus texturas definen un estilo propio, pero éste no termina de desarrollarse. Como aquellos genios que poco a poco van formando su espacio, Blake se encuentra en las primeras etapas de su descubrimiento.

Esto se escucha en la monotonía relativa de sus composiciones, que intentan sorprender pero se quedan siempre bajo los mismos principios. Quizá sea hasta "I Mind", la penúltima  pieza del disco, cuando encontremos a un James Blake verdaderamente arriesgado. Hay un poco más de ritmo. No demasiado. Se calla de inmediato.

Con tan poca historia no ha logrado demostrar lo que es capaz de lograr. No vale la pena, entonces, juzgarlo. Pero importa recalcar que, si así queda por siempre, hablamos de un muchacho que hace música medianamente agradable. Que ha logrado fusionar algunos géneros interesantes, el dubstep y la balada, el soul con el experimento vocal, con éxito pero sin demasiada trascendencia.

Hablamos de otro individuo musical inflado por el hype mediático, necesitado siempre de al menos una pizca de originalidad. Eso Blake lo tiene. Una pizca.

Como las Cubanderas, de Presidente, que necesitaban de una "pizca de sal" para lograr su cometido alcohólico. 

 James Blake de James Blake. 2011. Polydor. Puede comprarse en iTunes aquí.

 

 

 

 

 

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