Antes les echaban a la patrulla, pero ahora llegarán al escenario artístico más importante de Iberoamérica: el Festival Internacional Cervantino. Se trata de los sonideros, un movimiento cultural con más de 8 décadas de historia en CDMX.
El 20 de agosto de 2022 el Faro Aragón rindió un homenaje a Ramón Rojo, creador del Sonido La Changa. Durante el evento, Rojo, una de las caras más visibles de este movimiento cultural desde los años 60, presumió que “por primera vez un sonidero pisará un escenario internacional el próximo 20 de octubre”, cuando La Changa se presente en Guanajuato en el marco del Cervantino, evento que contará con CDMX como ciudad invitada.
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Sin embargo, para llegar a este momento, los sonideros tuvieron que pasar por décadas de estigmatización e incluso represión.
El baile del pueblo
La historia de los sonideros comienza en los años 40 en CDMX. En aquella época, los XV años, las bodas y las fiestas religiosas se amenizaban con orquestas o conjuntos que tocaban música tropical. Sin embargo, “en ese tiempo la contratación de la orquesta solo podían hacerla las clases altas“, apunta el museólogo del INAH Ernesto Rivera Barrón:
Por ello surge como alternativa la contratación de un sonido que aparte de tener un menor costo, tenía otras ventajas. Podían tocar o promover música de todo tipo, tocar los éxitos de la radio, acomodarse en un espacio más reducido y no traer tantos integrantes como la orquesta. Este contexto da como resultado el nacimiento de un movimiento al que con el paso del tiempo se le denominaría “los sonidos”.
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Con el correr de los años, los sonidos comenzaron a apropiarse de los espacios públicos. En los salones que empezaban a surgir en la capital del país se organizaban bailes muy elegantes, con orquestas de renombre. No obstante ,”al ciudadano promedio de clase baja le resultaba complicado asistir a bailar a salones, por lo que la manera de divertirse, bailar y pasar un rato agradable, fue a través de fiestas de vecindad, fiestas religiosas celebradas en la plaza y fiestas comunales con algún motivo específico”, apunta la maestra en Estudios Visuales Flor Andrea Salazar Lara.
Los sonideros, un actor infravalorado en la historia de la música mexicana
Este origen popular de los sonideros explica también algunos de los rasgos distintivos de su cultura. “Al tener que competir con otras opciones o formas de diversión, como las orquestas, para sobresalir los sonideros fueron incorporando elementos en su infraestructura. Con uso del micrófono pasaron de únicamente poner discos a ser parte importante de la fiesta como maestro de ceremonias. Micrófono en mano el sonidero presentaba tanto a la quinceañera como al padre”, cuenta Rivera Barrón.
Otro elemento a destacar en la cultura sonidera es su peculiar estilo de baile, conocido como “tibiri”. De acuerdo con el musicólogo Rubén López Cano, el tibiri surgió como una imitación del peculiar estilo de baile que uno de los actores más populares del cine mexicano, German Valdés “Tin Tan”, imprimía a los personajes de sus películas.
Asimismo, los sonideros se volvieron parte importante de la historia de la música popular mexicana gracias a los ritmos que importaron. Primero comenzaron tocando la música de las orquestas que interpretaban ritmos cubanos, como el de la Sonora Matancera. Sin embargo, esa competencia con las orquestas llevó a los sonideros a buscar nuevos ritmos en otros países latinoamericanos. Así llegaron a popularizarse en México la cumbia colombiana y otros ritmos.
Uno de los personajes que contribuyó a hacer populares nuevos ritmos fue precisamente Ramón Rojo. Durante el homenaje que se le rindió en el Faro Aragón, Rojo contó que empezó a trabajar en una tienda de discos de sus tíos debido a su gusto por la música. Para potenciar el negocio, a Ramón se le ocurrió que la gente debería poder escuchar una probadita de la música en lugar de solo ver las portadas de los discos. Compró un amplificador usado en el Mercado Hidalgo de la colonia Doctores, empezó a reproducir su música afuera de la tienda de discos y las ventas se fueron al cielo. Luego empezó a acudir como ayudante a los sonideros hasta que fundó uno propio, La Changa. Y el resto es historia: lleva 54 años siendo referente de este movimiento musical que se apropió de las calles chilangas.