Un día como hoy, pero de hace treinta años, Ian Curtis, vocalista de Joy Division se ahorcó en su casa en Macclesfield, Inglaterra. Tenía problemas serios de epilepsia y ansiedad, plasmados siempre de la mano en sus letras, con temas mortuorios, decadentes y alienados. Abandonó este mundo con un legado de dos álbumes definitorios, considerados como el ápice del post-punk. Tenía 23 años.
Curtis formó el grupo junto a Bernard Sumner, Peter Hooke y Stephen Morris, quienes posteriormente integrarían New Order, otra banda que reescribió el curso de la música popular. Los conoció en una tocada de los Sex Pistols e inmediatamente formaron Warsaw, cambiaron su nombre a Joy Division, en alusión a un ala de prostitución en un campamento nazi.
A través de las canciones de Unknown Pleasures (1979) y Closer (1980), Ian Curtis se convirtió en un objeto de culto para la música británica gracias su grave tono al cantar, sus psicóticos bailes en vivo y la forma en la que siempre se dirigió a la prensa. Pocos como Curtis, dentro y fuera de los escenarios. Tal vez, y sólo tal vez por eso, se robaron su lápida del cementerio de Macclesfield hace un par de años…