De romance y descomposición con Aute

Eran las 7:20 de la noche cuando Luis Eduardo Aute contestó su teléfono en Madrid, España. Con su voz alegre y su acento español nos platicó sobre su proceso de composición, la definición de su música, sus intenciones de…

Eran las 7:20 de la noche cuando Luis Eduardo Aute contestó su teléfono en Madrid, España. Con su voz alegre y su acento español nos platicó sobre su proceso de composición, la definición de su música, sus intenciones de dedicarse a la magia en su próxima vida, su concierto en el Metropólitan (en el que presentará el corto ‘El niño y el basilisco’ y el disco El niño que miraba al mar) y su gusto por el tequila. 

El concierto de Luis Eduardo Aute en el Teatro Metropólitan es un pretexto para mostrarnos el cortometraje de 20 minutos El niño y el basilisco, una producción con dibujos realizados por él e inspirados en un par de fotografías: la primera que le tomó su padre en el malecón de Manila en 1945 y, la segunda, una foto realizada por su hija en La Habana hace un par de años.

Se trata de un encuentro azaroso entre dos fotografías, una que me hizo mi padre en la ciudad donde nací, Filipinas: de espaldas a la cámara, mirando al mar, sentado en el malecón. Y la que me tomó mi hija en el de la capital cubana. Sin tener conocimiento de la que me hizo mi padre, su abuelo, mi hija me hizo una foto prácticamente desde la misma perspectiva. Me sorprendió mucho esa coincidencia”.

El objetivo de esta cinta es transmitirnos la reflexión que surgió a partir de este encuentro: “De pequeño (con dos años) y ya de muy mayor. ¿Qué pasaría en ese encuentro? ¿Qué le diría a ese niño que uno fue? ¿Qué es lo que vería el niño en esa persona mayor que está junto a él? A partir de ahí empecé a desarrollar la canción El niño que miraba al mar y luego vinieron las otras que de, alguna manera, forman familia, y después vino la película”. 

Tras hablar del cineconcierto que le espera al público mexicano, Aute nos platicó que es incapaz de etiquetar el tipo de canciones que compone. “No sé si es trova o no. Intento escribir canciones lo mejor que puedo y lo mejor que sé, no las ubico en ningún tipo de género. En cualquier caso son degeneradas”.

Con algunos problemas de comunicación (a estas alturas no debería haberlos a pesar de los nueve mil kilómetros de distancia que separan al D.F. de Madrid), el cantautor de origen filipino dijo que, a la hora de hacer canciones, estás solo: “aparecen por ahí y me dan unos toques en el hombro. Me dicen: oye, estoy por aquí, a ver si me das forma de canción”.

Y como sucede con casi todos los músicos, su proceso de composición depende del estado de ánimo en que se encuentre, de si está más o menos afectado por algo. Y, tan romántico como es, muestra a una canción como si fuera una mujer: “aparece como quiere, a veces me pide que me ocupe de ella. Cuando llega intento que no se escape, que no se me vaya con otro. Que no me ponga los cuernos”. Las agarra por el cuello, las desnuda, les quita la ropa, las destapa para encontrar su cuerpo y su alma.

Por influencia de su padre, prefiere la ópera a otro género musical (una de sus favoritas es Madame Butterfly). En una próxima vida le gustaría ser mago, cambiar la realidad, trastocarla: “que la lógica te transtorne, traspasar el espejo. Ahora ya no me da tiempo, pero si hay reencarnación me encantaría ser mago”. Y nos confesó que todavía escucha la música en CD (“soy muy antiguo, voy por la vida sin celular, trabajo con ordenadores pero yo no los toco físicamente, no me llevo bien con la tecnología. Pertenezco a otra generación”).

Y para terminar nos habló del tequila, su alcohol favorito: “aunque últimamente mi hígado me dice que no debo coquetear demasiado con él. Alguno me tomaré pero no todas las bodegas que quisiera”. Y de la comida mexicana: “cuanto más picante, mejor”.

En el cineconcierto que dará en el Metropólitan el próximo 8 de febrero, Aute proyectará la película, cantará todas las canciones nuevas y algunas de discos anteriores. Calcula que la presentación dure cerca de tres horas.

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