La cumbia latinoamericana se encuentra de luto luego de darse a conocer la noticia de la muerte de Celso Piña, “El rebelde del acordeón”, a causa de un ataque cardiaco que sufrió mientras estaba internado en el Hospital San Vicente, en su natal Monterrey, Nuevo León.
Natural de la populosa colonia Independencia, Celso Piña comenzó su carrera como músico por enamorado y parrandero: desde chico solía hacer equipo con sus hermanos Rubén, Eduardo y Enrique Piña para salirse en la noche y llevarle serenata a las morrillas de la “Indepe”. Justamente por esos años, la semilla de la cumbia colombiana germinaba por los rumbos marginales de la capital regia y en Celso encontró al músico que le ayudaría a popularizar y enraizar el ritmo sudamericano en suelo mexicano.
De enseñanza enteramente autodidacta, Celso Piña se dedicó a dominar el acordeón como el instrumento de su predilección aprendiendo de la música que llegaba a sus manos y haciéndose de fama por el circuito regio.
Fue gracias a la labor de Celso y su Ronda Bogotá (la banda que armó con sus hermanos oficialmente) que, poco a poco, en la colonia Independencia comenzó a surgir el movimiento de cumbia “cholombiana”, un hibrido cultural y musical entre México y Colombia.
Celso se fue haciendo más conocido entre la escena local hasta que por el año 2000 conoció a los integrantes de El Gran Silencio, quienes lo invitaron a colaborar con ellos. A partir de esta chispa original, Celso se animó a cruzar la base cumbiera de su música con el rock, el reggae, el ska y otros ritmos.
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De esta mezcla surgió Barrio bravo (2001), álbum donde colabora con Rubén Albarrán de Café Tacvba, El Gran Silencio, Toy Selecta de Control Machete, Blanquito Man de King Changó y hasta con Lupe Esparza de Bronco. En un mundo que justo por aquellos años veía el nacimiento del movimiento de world music, la música fusión de cumbia con rock de Celso Piña, encajó perfectamente.
Y de ahí pa’el real: con el primer sencillo, “Cumbia sobre el río”, Celso Piña se abrió camino entre el cerrado panorama del rock, para la cumbia.
“Música es música, compadre… ¿Tú qué tocas?, ‘no pues que puro rock y acá’… no, música es música, a ver échame dos tres rocanrolazos… y mira ve, ahí se puede acoplar esto y empiezo yo pum-pum… ¡y ahí está! Lo que pasa es que aquí todos se apartan […] esto es música, todo es música y no suena nada mal lo que estamos haciendo y pronto lo van a escuchar”, decía Celso en uno de los interludios de aquel disco que se convertiría en referencia absoluta de la música nacional.
“… y quiero que sean muy sinceros conmigo y me digan si francamente valió la pena hacer todo este esfuerzo… o no”, pedía en el mismo fragmento.
De esta manera se convirtió en Celso Piña, “El rebelde del acordeón”, ganándose este mote que encajaba perfectamente con su propuesta y con su sonido.
Este primer trancazo musical catalizó un cambio al interior de la música hecha en México: cada vez más bandas se atrevieron a incluir a la cumbia como parte de su repertorio mientras que varios rockerillos y raperos también le abrieron sus corazones y se animaron a, de cuando en cuando, reventarse unos buenos cumbiones en las fiestas.
A la par de esto, Celso Piña, “El rebelde del acordeón” no se olvidaba de su barrio: basta recordar que en 2007 fue parte fundamental del soundtrack original de Cumbia callera, una cinta de René U. Villarreal, donde retrataban la vida diaria de los “cholombianos” regiomontanos.
El acordeonista no se quedó quieto y siguiendo su mantra de que “la música es música, compa” siguió empujando en esa dirección, diversificando su propuesta cada vez más y colaborando a menudo con otros músicos y compositores. A saber, una breve lista de ellos: Natalia Lafourcade, Toto la Momposina, Lila Downs, Julieta Venegas, Gera MX, Leiden, Grupo Pesado, Eugenia León, Pablo Lescano, entre muchos otros.
Acompañado de su inseparable acordeón, cabalgó triunfante y sin descanso por todos los territorios musicales que le fueron posibles, intentando agotar todas las posibilidades que la cumbia tenía para ofrecer al mundo.
Desde acá, valga un reconocimiento a Celso Piña, “El rebelde de acordeón”, a quien le diremos, justo como a él mismo le encantaba entonar, que por siempre estará “¡aquí presente, compa!”