«Yo fui desplazada de los Montes de María, en Guamanga, en 2001, pero desde mucho antes, pensaba que componiendo y cantando podía cambiar mi vida». Con estas palabras inicia Ceferina Banquez una pequeña conversación telefónica con nosotros. Se encuentra aún en Bogotá. Está a unas horas de viajar a la Ciudad de México para presentarse el viernes 4 de agosto en el Foro al Aire Libre de Casa del Lago.
Ceferina forma parte de la tradición de cantadoras de raíces africanas, como Petrona Narváez o Benilda Calvo, que cantan y componen bullerengues para narrar sus experiencias cotidianas, incluida la lucha constante de la gente de campo y el conflicto armado paramilitar y por el control de los cultivos de drogas en la región del territorio colombiano en el departamento de Bolívar, donde se encuentra Guamanga.
A su paso por Casa del Lago, Ceferina Blanquez presentará el concierto Bullerengue por la paz, en el que podremos escuchar los temas que le ayudaron a sobrevivir, a mantener el ánimo blindado mientras estuvo lejos de su tierra. En 2007 vuelve a su lugar de origen y comienza a componer los bullerengues que hoy conforman su repertorio.
Pero la fuerza del bullerengue la conoce desde que era una pequeña de 9 años, cuando escuchaba a sus tías, maternas y paternas, que ya eran cantadoras de bullerengue. Conoce bien el poder de su voz y esas emotivas letras, al grado de que en nuestra conversación decide interrumpir en un par de ocasiones para mejor dar paso al canto.
En un primer momento, su voz poderosa, un grito entonado de resonancias ancestrales, canta: «Quien lo pila no lo come, quien lo come está sentado, y yo que lo estoy pilando no me como ni un bocado». Es un tema que conocimos hace unos tres lustros gracias a Petrona Martínez, y en el que de inmediato asoma así el carácter del bullerengue, que se caracteriza por ser un ritmo de resistencia y libertad, cuyas letras reflejan las circunstancias vividas por las comunidades afrocolombianas.
Y en un segundo momento, canta al teléfono un tema de su autoría, donde habla tanto de la pobreza de su región como de la relación Venezuela-Colombia: «Apegadita pegadita Venezuela con Colombia, apegadita pegadita, pegadita con los hombres, porque la plata ‘e Venezuela aquí en Colombia ya no vale, consultaremo allá con Chávez para ver si la compone, ya yo no voy a Venezuela que el bolívar ya no vale, y me quedo en María la Baja cultivando yuca y ñame».
Bastan esos dos momentos al teléfono de cantos que emocionan y conmueven para dejarnos con ganas de escuchar el repertorio completo de esa cantadora que en 2010 recibiera, por el álbum Cantos ancestrales de Guamanga, el Premio a la Dedicación del Enriquecimiento de la Cultura Ancestral de las Comunidades Negras, Raizales, Palenqueras y Afrocolombianas, que otorga el Ministerio de Cultura de Colombia.
Previo al concierto, se proyectará, como parte de la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género de la UNAM, el documental Cantadoras. Memorias de vida y muerte en Colombia, una producción México-Colombia dirigida por María Fernanda Carrillo Sánchez.