Si los muros hablan, imagínate lo que dirían tantos edificios de la Ciudad de México. El Cine Teresa ha tenido más de una vida; ha sido fifí para ir de pipa y guante, joya arquitectónica del art decó mexicano. Cine porno, sala de arte y finalmente una de las plazas de tecnología que abundan en la zona. Hacemos un recuento de sus múltiples vidas y de cómo es que terminó convertido en un Centrocel.
Inaugurado en 1924 el Cine Teresa fue parte fundamental de la vida nocturna del Centro Histórico de la CDMX. Aportando un toque de modernidad y urbanidad a una ciudad joven que aún estaba en proceso de crecimiento.
En aquel entonces ir al cine era una experiencia suntuosa. La gente no se la pasaba platicando o masticando ruidosamente. Tampoco subía los pies en los asientos ni se peleaba a las afueras por no conseguir boleto. En las salas se proyectaba cine mudo, en blanco y negro; el cual iba acompañado de música interpretada en vivo por un pianista, ni más ni menos.
Enorme, moderno y suntuoso
De acuerdo con los investigadores Francisco Haroldo Alfaro Salazar y Alejandro Ochoa Vega; en su fase inicial, el Cine Teresa contaba con 3 mil 500 asientos. Esa cantidad sólo era superada por el Cine Florida; que llegó a tener 7 mil 500 además de acabados de lujo en maderas preciosas, cristal y mármol. Para rematar, una réplica de la Venus de Canova te recibía en la entrada, todo eso, dentro de una inmensidad que ningún otro cine ha vuelto a tener. Igualmente, la especialista en Arte y patrimonio cultural Araceli Mendoza Ayala; señala que fue el primer recinto que contaba con clima artificial dentro de sus salas. Asimismo presumía de contar con “asientos acojinados”.
A partir de 1933 tuvo su primera gran transformación; fue demolido, reducido y reconstruido en el mismo predio. Esto debido a la ampliación de los corredores urbanos en San Juan de Letrán —hoy Eje Central—. Aunque redujo medidas no perdió elegancia, y alcanzó su mayor esplendor durante la época del cine de oro. En 1942 exhibió la cinta “El hijo de la furia”, una película de dramas y aventuras que contaba con la actuación de la controvertida actriz Frances Farmer. Cada proyección se acompañaba de un intermedio y de noticias sobre el desarrollo de la segunda guerra mundial. El costo de la entrada era de $2.00 varitos para las damas y $2.50 para los caballeros.
Del lujo al porno
La caída del Teresa fue tan espectacular como su esplendor. No solo fue afectado por el sismo de 1985; el cine mexicano decayó, las cadenas y películas extranjeras empezaron a dominar las salas. También influyeron la llegada de la televisión, el video y los multicinemas. Entonces llegó una época menos glamorosa que ayudó a mantener ese palacio en pie:
Comenzaron a proyectar porno.
Muchxs Millenials conocimos al Teresa en los años 90. Ya transformado un sitio de “mala reputación”. Si pasabas por el lugar podías leer en la marquesina títulos como; Hawai Caliente o despertares/encuentros calientes, o cualquier título seguido de la palabra caliente. Había constantes rumores de semen en las butacas, prostitución, cruising y orgías, que muchxs jamás tuvimos valor, ni ganas, de comprobar.
En esos años, Eje Central era una especie de andador pornográfico. Pues además de la cartelera teresiana, surgieron sex shops en los alrededores y vendedores ambulantes que ofertaban películas porno a lo largo del Eje Central. incluso, en más de una ocasión dejaban a sus mamás o abuelas a cargo de la mercancía; lo cual ahuyentaba a curiosos y posibles compradores por igual. Aunque por otras razones, el cine aún conservaba su estatus de leyenda y provocaba fascinación, curiosidad y espanto por igual.
El último intento del Cine Teresa
En el 2010, hubo un último intento porque volviera a sus orígenes; se convirtió en una de las sedes alternas de la Cineteca Nacional. Sin embargo, las dos salas que se adaptaron estaban en el tercer piso y demasiado escondidas; los celulares ya empezaban a adueñarse del espacio y para colmo, las quejas de la ubicación y el servicio eran constantes. Por lo que el rescate no se concretó.
Pese a ser declarado patrimonio cultural arquitectónico a principios del nuevo milenio y a haber sobrevivido a crisis económicas e intentos de compra; llegó su transformación actual; la Plaza Teresa, o Centrocel. La cual tiene su propia página de internet y ofrece toda clase de accesorios para computadoras y celulares; al igual que muchos sitios emblemáticos del ex Distrito Federal, el lujo y la obscenidad del lugar se han convertido en una anécdota más de la Ciudad de México.
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