Arreolando: ¿Música para niños?

La verdad es que no me siento autorizado para hablar sobre niños. Siempre que salen al tema esas pequeñas criaturas me aterrorizo, me rindo antes de abrir la boca. Lo sé: no soy parte de ese club cuya membresía…

La verdad es que no me siento autorizado para hablar sobre niños. Siempre que salen al tema esas pequeñas criaturas me aterrorizo, me rindo antes de abrir la boca. Lo sé: no soy parte de ese club cuya membresía se obtiene tras nueve meses de embarazo. Sin embargo, junto con mi incompetencia presento una salvedad. Ésta: yo también fui niño. Todavía escucho el arrullo de mi tía Claudia: “¿dónde vas Román Castillo, dónde vas?, pobre de ti”; lo mismo que a Paco Ibáñez: “érase una vez un lobito bueno, al que molestaban todos los corderos”; igual que varios sketches del Show de los Muppets: “manamaná-patí-pitipi”.

De mis años de infancia (tengo 34) a nuestra actualidad, las cosas han cambiado mucho, no hay duda. Si bien se sigue festejando el día, el mes del niño con igual espíritu, la tecnología y la globalización han creado un mercado completamente nuevo. Pensemos en México. Del rock de grupos como los Qué Payasos y Patita de Perro al entretenimiento latino de combos como Bandula pasando por las narraciones de Mario Iván Martínez o los conciertos didácticos que cada abril ofrece la Orquesta Filarmónica de la UNAM, las opciones para que los escuincles conozcan un mayor espectro sonoro son mucho mayores. ¡Me hubiera gustado ser niño ahora carajo!

Con los discos pasa algo parecido, aunque desafortunadamente manifiestan —proyectan— la paranoia de los papás modernos. A ellos van dirigidas las líneas de contraportadas en donde se explica cómo preparar a sus vástagos para un futuro competitivo, acercándoles obras que los hagan más inteligentes y sensibles desde el útero. ¡Tonterías! Trátese de sonidos de la naturaleza, de compositores clásicos o de piezas por encargo, los elementos en juego son los mismos de siempre, aquí y en China: los críos no tienen prejuicios y las obras dirigidas a ellos pueden ser buenas o malas independientemente de su género. Así pues, ¿existe realmente “la música para niños”? Pongamos las suites para chelo de Bach y preguntémoselo a nuestro niño interno (al que menos soporto, por cierto).

Alonso acaba de terminar un disco para bebés. Nervioso, espera que su paso por el rock progresivo y su futura vejez sin hijos no se noten mucho (labalonso.com).

 

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