La historia que se debía al mundo gráfico llega para su segunda entrega: La Caída de Tenochtitlán. Después de seguir el trazo de un héroe que cuenta la historia de la nación Mexica, Atoctli, ahora se toma de cerca a los extraños individuos con pectorales de hierro que llegaron a interrumpir el orden de la región. Sin embargo, no se comprende desde aquellos de un lejano reino, sino desde las y los actores principales que buscaron usar de su fuerza para derrotar al imperio Mexica.
José Luis Pescador, ilustrador, “arquéologo aficionado” y autor de esta novela gráfica, acerca la historia que cualquiera ha escuchado, pero tal vez no conoce a fondo. De esta manera, La Caída de Tenochtitlán hace una revisión tanto histórica como sentimental de lo que significó y continúa siendo la llamada “conquista”.
Platicamos con José Luis sobre esta entrega y el reto de traer al reino gráfico La Caída de Tenochtitlán.
¿Cómo fue revisar la gran historia de la invasión o conquista de Tenochtitlán?
Es necesario contar esta historia todo el tiempo desde cualquier medio; desde los videojuegos, hasta las series. Todas las revisiones aportan algo —aunque algunas no lo hagan tan bien—. Lo pensaba como un documental, de alguna manera, o una película de aventuras, que a fin de cuentas es una saga tan interesante que lo tiene todo para serlo; traiciones, pactos, amores, etc. Es como Avatar de Cameron, pero con personajes aún más sorprendentes pues sí existieron.
¿Por qué el medio gráfico es el idóneo para esta historia?
Precisamente porque el cómic tiene la ventaja que usa dos lenguajes al mismo tiempo: el gráfico y el escrito; puedes mostrar mucho más sin tener que abundar en descripciones del espacio. Me parece que es el ideal porque lo que no queda plasmado en lo escrito, está ahí con la ilustración. No tengo que describir la ciudad de Zempoala para poder ver cómo está en ese momento específico con los voladores al fondo, pero ahí se encuentran.
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¿Cómo consideras que La Caída de Tenochtitlán I y II generan una nueva conversación sobre la época?
Creo que vivimos en tiempos en los que la imagen nos dicen muchas cosas que la palabra va como en “cámara lenta”, “más lenta”, en cambio la imagen va más rápido y permanece. A diferencia de lo audiovisual, te da un poco más de retención sobre una escena en particular. Esa característica creo que puede ayudar mucho a jóvenes o de cualquier edad, para picar su curiosidad y meterse más profundamente en la historia. Por ejemplo, en el primero no metimos un glosario para que las personas puedan buscar las cosas por su parte. Ya en el segundo libro sí lo hicimos, para que se expanda sobre la puesta en escena de todos estos personajes, pues es una escena coral.
Y también humaniza un poco más a todas las personas que tomaron parte en la historia…
Por supuesto. Incluso, te lleva al nivel de cancha, eres un participante más. Sin duda es una sensación bonita que puede tener cualquiera que lo lea.
¿Cómo acercar a más personas al medio de la novela gráfica?
El cómic es como un caballo de troya. No siempre ha gozado de la seriedad con la que se ve otros medios de contar, pero eso está bien. Yo no soy un especialista en historia, más bien me describo como un arquéologo aficionado, pero ya con el solo hecho de dibujar las personas se acercan más y más. No te exige tanto compromiso, pero una vez ya dentro es muy difícil despegarse.
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¿Qué fue lo más emocionante del proceso creativo para continuar con esta historia?
La documentación. Porque ha sido buscar fuentes, como noticonquista, que es un portal de la UNAM que fue contando la conquista como si fueran noticias del día a día. Y también, irse a documentar directamente a los lugares; ir a Tlaxcala o Veracruz para darse cuenta del paisaje, fauna, su gente, etc. Esa parte fue fundamental.
No nada más se habla de La caída de Tenochtitlán en términos militares, sino habla de cómo se comunicaban entre sí, qué comían —aunque me hubiera gustado meter más al respecto—, sus aromas y vestidos. Todo esto es muy importante porque, aunque Cortés en sus crónicas jamás mencionara las comidas, era imprescindible alimentar a su ejército para poder lograr lo que buscaba.
¿La historia se repite a sí misma?
La verdad es que sí, pero como dicen: “la primera como tragedia y la segunda como farsa”.
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¿Cómo se manifiestan los efectos de la conquista para crear una pieza que ahora pertenece más en la cultura pop?
No podemos ver la conquista más que con la visión del Siglo XXI pero los efectos están aquí, entre todos nosotros. Sigue habiendo despojos, robo de recursos naturales, menosprecio a comunidades originarias etc. La conquista no ha terminado, ha habido una continuidad desde entonces hasta ahora.
Mucho de lo que tenemos, por ejemplo, los traumas y complicaciones sociales que hay son ecos de lo que ese despojo significó o sigue significando. Los 300 años de dominio español y luego otros 200 de ignorar a las personas que siempre habitaron estas tierras.
No es lo mismo un Mexica que un Tlaxcalteca, así como todas las culturas que se cruzan en este momento histórico. ¿Qué hiciste para convertir el reto de ser fidedigno a estas culturas en una facultad de la novela?
Para mí eso era central, súper importante. Tuve que trabajar con cientos y miles de dibujos para estudiar cada cultura con sus propias facultades. Fue aceptar el reto y hacerlo bien, con documentación, estudio y visita al campo. Algo lindo fue también darme cuenta que, en gran medida, estos rasgos físicos persisten en nosotros y si prestamos atención los podemos ver en las calles de las ciudades actuales.
También atacar el mito del mestizaje…
Claro, de hecho hay muchos historiadores que claro que lo declaran un mito que, por demás, es inverosimil pensar que 300 españoles que llegaron pudieron mezclarse con toda la población de esta región geográfica. Retratar la diversidad es súper relevante para toda La Caída de Tenochtitlán.
¿Una escena en particular que te enganche de estos dos libros?
En este número dos, está dividido por las ciudades. Empieza por el día más complicado: el 21 de agosto de 1521; el día en el que todo se acaba y de ahí vamos para atrás. Sabemos cómo termina, pero falta ver todo el proceso que lleva al saqueo de los castellanos —nunca les decimos españoles aquí y, de hecho, usamos el término que usaron para traducir en su momento los mexicas: castillanos, pues vienen de Castillatlalpan.
Es muy impactante una parte en la que llegan los castillanos con los totonacas, con el cacique gordo que los lidera —que además en los libros de historia tiene una relevancia tenue pero acá tiene mucha importancia—, y se muestra cómo él piensa que podrá usarlos a su favor en conjunto con un consejero y Malintzin. Entre ellos hacen triquiñuelas para ver cómo sorprender a los mexicas y luego liderarlos para decirle a Moctezuma que es su amigo. Hay unas escenas de acción y tensión que comienzan a gestar la gran traición que sucede en su momento. Además, hay un momento que desde la pirámide de Zempoala, suben los castillanos y avientan a los dioses desde lo alto. Y caen rodando, deshaciéndose a pedazos hasta el suelo, como si fueran una piñata. Todos los totonacas ven cómo sus dioses están cayendo y esperan que Tajín o algún dios del viento o lluvia hagan una manifestación, pero no sucede nada. Es en ese momento que se dan cuenda que sus dioses han muerto.