Las ferias como la de Tultepec, por ahí se dice, congelan el tiempo. Un cuadro petrificado que, para uno, es preciso: el momento de soltar una canica, sobre una madera barnizada con la imagen de piolín, esperando ganar una manita pegatina. Detrás, sonidos aleatorios generan el perfecto hipnotismo que sufren los ludópatas en un casino; no se puede salir de las cumbias que danzan con los viejos engranajes de juegos mecánicos que rechazan rendirse ante el poder del tedio en la repetición.
Infantes corren detrás de mamá y papá para terminar de recorrer el umbral de dos kilómetros de puestos de gomichelas, panes y pizzas que reciben a alrededor de 120 mil personas durante los 10 días que dura la Feria Internacional de Pirotecnia de Tultepec. Los gritos exaltados rugen a la distancia con las personas aventuradas en las montañas rusas y juegos mecánicos de alturas. También, con los ocasionales ganadores de los juegos de destreza o la simple euforia de que la feria y su luz, regresaron a este municipio del Estado de México.
¿Ya viste? ¡Inicia el rodaje de una bioserie sobre María Félix!
Tultepec: el pueblo convertido en ciudad
No es para menos. El sábado 12 de marzo llega lo más esperado: el show de pirotecnia musical en el que México, Francia, Argentina e Italia compiten por dar la mejor presentación que combine al modo de relojero la música con una sinfonía de fuegos artificiales. Todo, para finalizar con el concierto de uno de los artistas más amados de México, Lupillo Rivera.
La feria lleva prácticamente una semana de su apertura, pero podría haber sido un mes, tal vez más. Una ciudad que se levanta temporalmente para imprimirse con recelo en la memoria de la audiencia. Fiel a usanza del país, la feria de la pirotecnia llegó a nombre de un santo, San Juan de Dios, celebrado el 8 de marzo, quien es el patrono de los enfermos y afligidos. Pero, aquí, no hay afligidos; al contrario, sin ser discretas, las personas esperan con júbilo el show de luces que les dio cita a todas: la pirotecnia musical.
Minutos antes del show
Falta poco, pero la espera ya no causa ansiedad. Antes de comenzar, la lucha libre ya causa conmoción con unas 50 personas alrededor del ring, observando a los enmascarados y pelos largos jugarse unos buenos madrazos por el entretenimiento de la gente. Al lado, un toro mecánico se mueve incontrolable con un niño encima que parece haber apostado con alguien no soltarse a pesar de las ampollas que se le generarían en los dedos. Después, una carpa con todo tipo de expositores de fuegos artificiales que buscan mover su merca. Todos, empezando a moverse en una sola dirección: el campo abierto detrás, que será el mejor lugar para observar el show que está por comenzar.
Más y más puestos de elotes, tacos, cantaritos, mojitos, cubas y pitufos, todos a la orden de un dedo, expidiendo tragos y comida más rápido que la duración de la primera pirotecnia. La señora Lourdes, mientras sirve un “pitufo”, nos comenta que lleva más de 4 años viniendo a la feria y nunca falla en terminarse absolutamente todos los tragos. Pero, para ella, no se trata de una excusa para hacer fiesta, “es un motivo de orgullo estar aquí y ver que todos la pasen bien, porque este es nuestro pueblo y acá los tratamos bien a todos”, dijo.
La hora de la verdad
“Después de dos años sin pirotecnia, los cielos se vuelven a iluminar”, nos grita un chavo de Tultepec, listo para esperar las primeras muestras de el show. Los 3 países invitados y los contingentes mexicanos ya están listos, y empieza la euforia. Ante el primer estruendo ensordecedor, los rostros se empiezan a iluminar con sutiles trazos de luz y sombra, dibujando sonrisas entre pequeñas y pequeños alzados en los brazos de sus familiares.
Extienden los brazos y abren las palmas de las manos, intentando atrapar el color entre las llemas de sus dedos. Se les escapa, pero antes de entrar la melancolía del fracaso, llega otro golpe de luz, seguido de su estruendo. Durante quince minutos continuos por presentación, no hay espacio para el silencio que obligó el cierre de la feria durante los últimos dos años; el cielo se convierte en el festín de color que, sin saber, las 120 mil personas que asistieron buscan para regresar con una pintura de alegría a su vida cotidiana.
Se detiene el tiempo en Tultepec
México da una presentación espeluznante con una sincronía exquisita entre los fuegos y la música. Arcoíris y explosiones, rehiletes en espiral, carreras de luz entre pirotecnias que parecen rivales pero conspiran al unísono para explotar en el último acorde de una gran canción. Francia, Argentina e Italia hacen lo propio, sucesivamente, uno tras otro, pero el trofeo se queda en casa: Pirotecnia Luz Irapuato son declarados ganadores del concurso.
Mientras caminamos hacia la salida del festival, formaciones propias de gotas de lluvia luminosa recubren el cielo de Tultepec y, antes de caer, se quedan ahí, estáticas, pacientes. En los pequeños ojos de la niña cargada en los brazos de su padre, se refleja el éxito de una feria que, gracias a ella y solamente ella, ya es un éxito.
[Nota del editor: la Feria Internacional de Pirotecnia de Tultepec es un evento llevado a cabo por personas expertas en el manejo de pirotecnia de alto calibre. Desde Chilango, no promovemos el uso individual ni privado de ningún tipo de pirotécnico]